20150526

De Vuelta a la Vida

<<Es posible volver a la vida, volver a sentir que estás viva nuevamente, cuando pensabas que el camino se había detenido y habías caído en el vacío más inmenso, puede en realidad ser un principio. Siempre es posible si eres capaz de dejar una puerta abierta, si la esperanza no se ha extinguido del todo...>>
Samarcanda.
DE VUELTA A LA VIDA

Perdida estoy, el mundo desaparece,
carente de fuerza, la vida  ya se me escapa,
mi ser, vacío, se rinde a la evidencia
y un nudo impasible me ciñe la garganta.

Cuarenta años disipados en un lago reseco,
lágrimas fundidas en un inútil fuego,
sol deslucido y oxidado que no calienta,
no me queda nada, ya se acaba el juego.

De repente en mí cielo irrumpes,
con paso seguro, avanzas, decidido,
te plantas aquí enfrente,
amplia sonrisa y buen talante.

Tu alegría se acentúa, me contagia,
un sendero de luz se abre camino,
tus manos extiendes generosas,
yo respondo indecisa y contrariada,
de repente todo cambia en un instante.

Este mundo exiguo e indolente,
me devuelve a la vida renovada,
como un soplo de aire insolente,
toca ahora mi cara iluminada.
Vuelvo a vivir… Tornan mis sueños.


©Samarcanda Cuentos-Ángeles.
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20150516

El Caballero Negro

Un poco de suspense nunca viene mal y a  mi me encanta. Hay veces que las cosas no son como parecen y aunque creas que las incógnitas se quedan sin resolver, puede que las respuestas estén más cerca de lo que pensabas
Samarcanda

EL CABALLERO NEGRO

Rosseta cuchillo en mano, se dejó guiar por el inconfundible aroma a café recién hecho. Al llegar a la cocina pudo distinguir como una negra figura se recortaba en la penumbra —con más curiosidad que cordura— corrió hasta el interruptor y lo prendió. El contraluz de la persiana le impidíó apreciar claramente su rostro y el brillante sol de mediodía dejaba en tinieblas el perfil de su inesperado visitante. Al iluminarse la estancia todo el escenario cambió de repente dejando a un lado esa imagen lúgubre y siniestra del principio. 
Los ojos del desconocido dejaron de ser negros y sus facciones se tornaron más suaves, hasta amigables, lo que le permitió relajarse un poco —solo un poco— porque seguía sin inspirarle ni una pizca de confianza.

 —¡Usted¡ ¿Qué hace aquí y cómo ha entrado? —Le increpó la muchacha intentando infundirse valor.

—La puerta estaba abierta —añadió el hombre con una sonrisa insolente.

—¡Está mintiendo! —Yo misma la cerré.

—¡Así que Rosetta! —siguió hablando el recién llegado.

—¿Cómo es qué sabe mi nombre?

El tipo mantuvo la misma sonrisa ante la extraña cara de su interlocutor, a medio camino entre la sorpresa y el terror.

—Mira, puedo decirte incluso porque te llamas Rosetta. Ese nombre —añadió— te lo puso la abuela Rita en recuerdo a la piedra del mismo nombre, una historia milenaria que te solía contar de pequeña. A mí también me la contaba, por cierto.

Esta vez, la joven intentó indagar entre sus recuerdos pasados, por si aquel caballero salido de la nada, podía ser parte de ellos, pero no consiguió ubicarlo en ningún lugar. Sus rasgos, sin embargo, no le eran del todo desconocidos. Le resultaba igualmente inquietante como había llegado a manos de un extraño la maravillosa receta del café con especias de la abuela, herencia familiar que solo atesoraban su madre y ella misma. El olor afrutado y delicado no le dejó lugar a dudas, tanto como para hacerla despertar de su apacible siesta y traerla hasta la cocina siguiendo tan amado aroma. El intruso por su parte se había acomodado en el único silloncito de la cocina y se deleitaba ahora con un largo sorbo de café. Su insolencia rayaba ya la desfachatez.

—Sírvete tu misma, querida –dijo indicándole la cafetera.

Inmersa en sus cavilaciones no advirtió que su afilada arma había dejado de apuntar al furtivo y a pesar de estar confundida, no sentía temor alguno, solo un extraño sopor la iba dominando por momentos.
Un ruido a su espalda la obligó a volverse, sacándola definitivamente de sus díscolos pensamientos.
Sus ojos —como hipnotizados— se habían quedado ahora enganchados en un marco antiguo que acababa de caer de lo alto de la alacena, del cual pendía una orla negra. 
Rosseta y su madre seguían viviendo en casa de su abuela —fallecida hacía ya años— y esa fotografía siempre había estado allí arriba, sin embargo a golpe de costumbre, no recordaba en ese momento a quién pertenecía aquel rostro. Un sudor helado empezó a correr traidor por sus sienes; con lentitud se volvió hacia el silloncito y —tal como esperaba— la única compañía eran los rayos de sol que entraban por la ventana y su viejo gato Nelo que dormitaba en el alfeizar —el cuchillo también había desaparecido de su mano—. Dudo un momento... 
No, no lo había soñado. La imagen del retrato parecía sonreírle burlona, mientras el aroma a especias aún seguía en el aire.
©Samarcanda Cuentos-Ángeles.
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20150503

Esperada Esperanza

"La confianza es una senda esquiva y muchas veces zigzagueante, pero si eres capaz de serle fiel y continuar en el camino sin desistir, puede que llegues a ese destino de nombre Esperanza."
Samarcanda.



ESPERADA ESPERANZA

Es una nueva huida de sí mismo, una de tantas que le permite por un tiempo sentirse libre, lo más libre que puede en sus circunstancias. Aun así sabe que es una fuga a ninguna parte, de la que siempre debe regresar.
No recuerda a sus padres, ni siquiera cuantos otros han intentado serlo durante sus doce años de existencia… Y de nuevo está allí, en aquel parque al que siempre le arrastran los pies cuando una nueva casa de acogida le espolea. No, no hay maltrato, pero cuando percibe ese infinito vacío, cuando ese frágil espacio intenta atraparle por enésima vez, se adueña de él la rabia y el deseo de no ceder a un mundo que nunca le abriga, ni le consuela.
Es entonces cuando se sienta en su banco preferido, mirando distraído al suelo, en un vano intento de traspasarlo, de alcanzar el otro lado del desencanto…
A ti también te gusta venir aquí ¿verdad muchacho? Este es mi banco de su letargo le saca una dulce voz que acaricia sus oídos. Es mi nombre, fui yo quien se lo puso y quien hizo esta inscripción.

Tobby levanta la cabeza y pasa delicadamente las yemas de sus dedos por la palabra impresa: “ESPERANZA”, un nombre que grabado en la madera y oscurecido por el tiempo, le atrajo la primera vez. Y sigue siendo allí donde regresa siempre, como si un imán le poseyera.
Ella, continúa hablando sin apenas esperar respuesta.
Quiero compartirlo contigo… ahora será nuestro lugar especial. ¿Te apetece? Dime querido ¿A qué me estabas buscando? Yo también a ti –con mucha complicidad y una amplia sonrisa, le susurra la mujer.
El chaval sonríe y los dos comienzan a hablar como si ya se conocieran, igual que si sus respectivas historias fueran una sola que ahora, se entrelaza mágicamente. Él le cuenta a Esperanza como siempre intentó encontrar una inconfundible señal que le hiciera sentirse por primera vez en casa. Y ella, "La bella" como acaba de bautizarla Tobby recuerda el inmenso sufrimiento vivido desde que perdiera a su joven hijo.

La tarde se ha difuminado perezosa y las horas parecen no tener fin. Ellos se toman de la mano, sintiendo como una idéntica e invisible corriente les une. Tobby cae en la cuenta que por primera vez, alguien le necesita tanto, como él. Necesidad mezclada de cariño y comprensión que reconocen al instante… Que les recorre a ambos. Y tras esos deseos que hablan de futuro, nace una gran oportunidad que les abre un camino nuevo, tanto tiempo esperado… Pero sobre todo, juntos.


©Samarcanda Cuentos-Ángeles.

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