EL HOMBRE DEL BANCO
Allí se pasaba el día, en
aquel banco sucio y vacío. El parque era su territorio y su hogar, esencia
misma de lo que representaba su vida. Me sorprendió lo aseado que iba a pesar
de sus carencias, su camisa inmaculada, limpísima, llena de luz como sus ojos
celestes.
- Quizá no era un mendigo
-dudé. ¿Pero qué hacía allí entonces?
Su banco se hallaba
flanqueado por un robusto ciprés, que le proporcionaba la sombra necesaria para
resistir los áureos rayos que se desplomaban sobre su espalda. Sonreía. Ser
positivo en semejante trance era un milagro, pero él parecía serlo. Sin
trasmitir pena, ni tristeza, muy al contrario, todo lo que giraba en torno suyo
lo hacía con dulce armonía, como si aquel lugar no evidenciará realmente
abandono.
Huirá de un amor perdido…
-imaginé. ¡Quién sabe! Llevaba días allí, impertérrito y pertinaz, defendiendo
su espacio con la misma actitud e idénticas emociones. Sus gestos seguros,
trasmitían amistad y bondad. Era afable. Aunque lo pensé no me atreví a
abordarlo.
Aquella tarde me decidí por fin, para que pudiera desvelarme que infames martingalas de la vida, le habían arrastrado hasta aquel olvidado lugar. Por primera vez no estaba. No quería especular nada terrible. Pregunté, pero nadie supo darme cuenta. Quise al fin imaginar que le habían encontrado y retornado al lugar que le correspondía. Ese mismo en que había un hueco enorme desde que se marchara. O quizá desee pensar eso, para no sentirme tan terriblemente mal...
Parece como si este afable desconocido nos dejase a todos en este momento ese hueco del que hablas, el de su misteriosa ausencia..Perfecto e inquietante tu relato Samarcnada
ResponderEliminarGracias Alf, a veces tenemos la sensación de que hemos hecho algo fuera de tiempo, cuando ya es tarde y no podemos rectificar. Esa sería la esencia del micro. Y si, siembra un poco la inquietud de quien era este enigmático señor. Besito guapi.
EliminarEres muy buena narradora, el final del relato me encantó. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias Javier, te agradezco que pienses así. Lo cierto es que ante todo me considero narradora o como yo misma me defino, contadora de emociones. Me gusta la descripción y las pequeñas historias, así empecé, escribiendo relatos, lo de la poesía e incluso los micros, vino mucho después. Un abrazo compañero.
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