sábado
A Finales De Los Sesenta
4º RETO:Hablamos de...Tiempos Pasados
TEXTO GANADOR:
EN LA CORNISA DE MI ALMA (Ginebra Blonde)
TEXTOS FINALISTAS:
RECUERDOS QUE HUELEN (Ina Molina)
LA HORA DE LAS BRUJAS (María Pilar)
TEXTOS PARTICIPANTES:
CREÍ ESTAR EN MI CUARTO (Alfmega Marín)
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EN LA CORNISA DE MI ALMA (Ginebra Blonde)
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AL FINAL DE LOS SESENTA (Samarcanda-Ángeles)
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RECORDÓ (Sun Paintwritter)
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FLUIR (Pilar Rodriguez)
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(16 puntos) 2 puntos de Chus Alcalde, 2 puntos de Gloria Alcalde, 2 puntos Trébol Estepona, 3 puntos de Carmen Rodríguez, 3 puntos de Carmelo Germán, 3 puntos de Carlos Corredor, 1 punto de Antonio José Rodríguez
HOY HE VUELTO A OBSERVAR EL RÍO (Andrés Collado)
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EL DIARIO DE NÁCAR (Samarcanda-Ángeles)
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(9 puntos) 2 puntos de Pilar Rodríguez, 1 punto de Javier Moreno, 1 punto de Amelia Recio, 1 punto de Josep Ferrá, 2 puntos de Carlos Corredor, 2 puntos de Jesús Daniel García
EL COMIENZO DE MI FAMILIA (Amelia Recio)
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LA MUÑECA (Arnoldo Rodriguez)
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LA HORA DE LAS BRUJAS (María Pilar)
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(11 puntos)1 punto de Chus Alcalde, 1 punto Gloria Alcalde, 2 puntos Ginebra Blonde, 2 puntos de Javier Moreno, 2 puntos de Josep Ferrá, 2 puntos de Antonio José Rodríguez, 1 punto de Jesús Daniel García
MAMA (Miguel Angeel Buigues)
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(2 puntos) 1 de Pilar Rodríguez, 1 punto de Lidia LI
EL ABUELO (Sonia LeLo)
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MEJOR NO RECORDAR (Javier Moreno)
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(7 puntos) 2 puntos de Amelia Recio, 1 punto de María Pilar, 1 punto de Carmelo Germán, 3 puntos de Lidia LI
YA NO TE MOLESTARÉ MÁS (Carmen Rodriguez Planas)
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ALMA PASADA NO VUELVE (Carlos Corredor)
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PADECE...QUE FUE AYER (Antonio José Rodríguez)
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(5 punto) 1 punto de Ginebra Blonde, 2 puntos de Carmelo Germán, 2 puntos de Ina Molina
EL ABUELO (Lidia LI)
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(7 puntos) 3 puntos de Javier Moreno, 1 punto de Carlos Corredor, 3 puntos de Antonio José Rodríguez
viernes
Remembranza
De nuevo vuelve el recuerdo,
a un viejo noray oxidado,
dueño eterno de mi reino.
Son gotas de diluvios arrasados,
llueve a voluntad y constancia,
vistiendo de fragilidad creciente,
esta fingida arrogancia.
Sus ojos verdes gatunos,
sus encendidos labios cereza,
siguen jugando conmigo,
con esta vida, que es suya,
cual inútil naipe marcado.
jueves
La Noche fue Testigo
Samarcanda
Ni el intenso tono que
inundaba el cielo con matices lapislázuli, consiguió alejar a Laura de sus
turbios pensamientos. Todo era noche en su vida.
–Y es que
cuando no te queda, nada… cuando nada puedes esperar –concluyó.
Los días de ilusión
quedaron atrás y estaba resuelta a detener su camino. Varios años ya desde
que Pepe la abandonara, y mucho tiempo también, desde que a sus hijos dejo de
interesarles dónde estaría su infeliz madre. No le quedaba más fuelle para
seguir buscando excusas, para seguir mintiéndose. Se preguntaba cómo había
llegado hasta allí y que absurdos pasos le habrían encaramado hasta
aquella escuálida barandilla, una pequeña plataforma que apenas acogía sus
pies.
–¡Una mujer
con suerte! –repitió– Me lo
habían dicho tantas veces… que tonta de mí, me lo acabé creyendo.
Después llegaría la
distancia y el olvido. Tras meses de vagar ausente sin trabajo y sin futuro,
ahora le espantaba este vuelco en su destino. Se sentía abandonada, desahuciada
de sí misma y con escasos visos de aferrarse a la vida. Ese era su actual
testamento y su sino. La noche era muy fría, y ella, solo consciente de su
propia soledad, de ese frío traidor que empezaba a colarse entre pliegue y
pliegue de su pellejo y aquel agujereado jersey.
Fue entonces cuando la vio,
iba tambaleándose de un lado a otro, a punto de dar también el salto al otro
lado de la nada.
–¡Qué
pena! –pensó, intuyendo una calamidad parecida a la suya.
Cuando la
muchacha se volvió pudo verla mejor y un estremecimiento le recorrió las
entrañas. Apenas debía tener dieciséis o diecisiete años y portaba una tripa abultaba
en exceso. Incapaz de consentir ese final para la adolescente saltó de su atalaya, la misma que minutos
antes debía servirle de trampolín a la muerte y corrió a atenderla cuando
estaba a punto de caer al vacío.
–¿Qué
intentas hacer, criatura? –le susurró al alcanzar su mano.
La joven
sonrió con tristeza y aferrándose con fuerza a su vientre, se mantuvo encogida.
La bajó con decisión, no quedaba mucho tiempo, Laura impuso la mejor voluntad
al más grande de sus desafíos, en pocos minutos un nuevo ser les inundó a ambas
con su calor, y fue entonces, cuando su propia sonrisa iluminó la noche.
Con lágrimas en los ojos logró aferrarse a aquel pequeño, recordando el nacimiento de sus propios hijos. Aspiró el olor a ternura, a vida… y de repente supo porque siempre merecería la pena seguir viviendo.
©Samarcanda Cuentos-Ángeles
martes
Alma de Hierro
Samarcanda.
Ignoro cómo pude mantenerme firme, de qué modo logré que la esperanza nunca me abandonara, aun así hubo momentos en que creí que no saldría con vida. Todo a mí alrededor resultaba enemigo. Aunque mi desesperación fue ganando terreno, mi fortaleza me obligaba a estar siempre vigilante y alerta. Hoy, estoy convencida que fue lo que me salvó.
Mi condena había durado ocho largos años y mi castigo ocasionado profundas cicatrices. Me asomé por última vez a aquel espejo, único confidente de tantas desventuras en las que tristemente tuve que lamerme las heridas sola, sin una mano amiga a la que asirme. Destapé con cuidado mi cuerpo, maquillado mil veces para disfrazar golpes y miedos. Todo él hablaba por mí, gritaba embravecido mientras yo ahogaba la voz con mis propios puños, mordiendo el dolor y la sangre.
Intenté esbozar una sonrisa, apenas una mueca forzada surgió. Quise imaginar que con el tiempo lo conseguiría. Solo una hora más y el despertador sonaría como siempre a las ocho. No había querido romper la rutina de mi pequeño Jimmy, un muchachote de casi siete años.
<<Bueno, ya le daré explicaciones en su momento.>>
Su padre se había marchado a trabajar dos horas antes. Una noche eterna. Tenía todo recogido en el desván –él nunca subía hasta allí-. Me había costado años reunir las fuerzas suficientes y ya no cabían en mi maleta, ni una sola duda más, ni un reproche, ni una excusa.
Sólo una nota en su mesilla y un adiós. Para él! ¡No sé!...Tampoco me importaba. Para mi hijo y para mí…Nuestra ansiada libertad.
¿Quien manda aquí cariño?
"Muchas veces
sabemos que hay algo que no está bien, que debemos gritar al mundo y escapar de
ese destino que parece ineludible. Hace falta mucho valor, pero sobre
todo, que el exceso de responsabilidad no te obligue a dar pasos hacia
atrás constantemente."
¿QUIÉN MANDA AQUÍ, CARIÑO?
Ainhoa se dejó caer vencida en el sofá, clavando
su mirada en el vacío.
La voz de Dani la sobresaltó:
-¡Mami, mami! ¡Ven y mira el castillo que hice! Lo he
construido yo solito!
-¡Seguro que es precioso! –dijo su madre con toda la
animosidad de que era capaz.
Dani le agarró la mano y tiró de ella con ímpetu,
mientras Ainhoa ahogaba un grito.
-¡Ay! Como me duele -dijo bajito mientras cerraba los
ojos y tragaba su queja.
-¿Has visto que bien me salió y que mayor soy? ¿Sabes,
mami? Te voy a cuidar siempre, mucho, mucho, mucho… -Dani
continuaba parloteando entusiasmado.
-Claro mi amor. Tu eres mi hombrecito preferido
–añadió Ainhoa al tiempo que le arremolinaba los ricitos con la mano
en un gesto cargado de ternura -esa misma que ella necesitaba ahora con fuerza-
Lo miró abatida y siguió pensando en su niñito de
apenas cuatro años, tan frágil, tan desvalido, tan ajeno a todo aquello que la
rodeaba, que la obligaba a vivir en ese infierno sin saber muy bien que había
hecho para merecerlo…
-Dani, pronto vendrá papá. ¿Recuerdas lo que hablamos,
cariño?
-Si, mamá yo siempre me acuerdo de nuestros secretitos
–sonrió el pequeño mientras se llevaba el dedo índice a los labios con una
risita traviesa.
Ainhoa intento sonreír sin ganas -se lo debía- le debía
a su hijito esa sensación de paz y normalidad que su alma reconocía fingida.
Sólo por él era capaz de dejar que los días acudieran a su vida sabiendo el
desenlace de cada uno de ellos, sin intentar levantar la vista y mirar al
cielo como esperando una señal para salir corriendo. No podía hacerlo porque
ese niñito de ojos dulces la hacía retroceder y soportar cualquier cosa. Aunque
puede que fuera su propio pánico lo que la paralizaba cuando “él” llegaba a
casa.
-Hola –dijo Julián mientras cerraba la puerta y
tomaba un trago de su cerveza.
-¡Dios! Espero que hoy venga de buen humor –dijo muy
bajito Ainhoa. Tragó saliva, respiró con fuerza y salió a recibirlo con la mejor
de sus sonrisas.
-Hola querido. ¿Cómo ha ido el día? –acertó a decir
ella.
Su esposo le lanzó una mirada a medio camino entre la
indiferencia y el desprecio al tiempo que graznaba:
-¡Que pregunta más idiota, pues un asco como siempre!
¡Como me va a ir el día!
Ainhoa pensó que había sido una estúpida por no poner
más atención a sus palabras, deseaba que aquello no fuera el preludio de una
nueva discusión. Repasó en su mente todo lo que debía decir o hacer y esperó
confiada no volver a meter la pata de nuevo.
Dani salió de su habitación para saludar a su padre
con uno de sus trenes en la mano.
-Papi, dijiste que hoy si llegabas temprano jugarías
conmigo. ¿Lo haremos papi, lo haremos? –gritó el niño mientras
deslizaba el tren por los pantalones de Julián.
Ainhoa palideció, esperando cualquier reacción por
parte de él. Sabía por experiencia que era imprevisible, que igual que podía
darle un abrazo sin fin, podía darle un grito o un empujón de desagrado. Por
desgracia sucedió lo segundo.
-¡Quita niño! ¡Me has tirado la cerveza, te voy a dar
una que te vas a enterar!
El cuerpo de Ainhoa empezó a temblar como una hoja
temiendo lo peor, se acercó volando y en un instante se puso en medio de
los dos, como de costumbre la primera bofetada la recibió ella -e igual que
siempre- cerró los ojos y no dijo nada.
-¡Vamos Dani! Papá está cansado, es mejor que sigas
jugando en tu cuarto. No te preocupes mi amor, no lo dice en serio, él no está enfadado. ¡Anda, mi vida!
Ainhoa intentó nuevamente sonreír y que su mueca se
mantuviera firme para resultar creíble a ese niñito que la miraba con sus
infinitos ojos sin entender nada.
Inesperadamente Dani soltó la mano de mamá y le gritó
a su padre con rabia.
-¡Eres malo! La abuela lo dijo esta tarde y es
verdad…!Eres muy malo!
En cuanto acabo de decirlo se dio cuenta que había
desvelado uno de los secretos de su madre y la miró apenado mientras añadía
desolado:
-¡Ay mami, se me escapó! ¡No quería decirlo, no
quería!…
Ainhoa entornó los ojos y un tremendo calor la invadió
por completo, el salón empezó a girar a su alrededor
mientras una sensación muy temida -a la vez que familiar- se adueñaba de
ella.
-Dani por favor, enciérrate en tu habitación...¡Ya!
El niño, esta vez sin esperar un segundo desapareció
tras la puerta. Ainhoa se dio la vuelta y enfrentó su mirada suplicante a la de
su esposo. Se sentía derrotada por completo, temerosa, conocedora de su destino
más inmediato.
-Parece que quieres volver a probar las escaleras… –le
dijo Julián amenazante.
-No, por favor, todavía me duele -dijo ella en medio
de un lamento ahogado.
-¡Es que nunca me escuchas! ¡Siempre retándome,
siempre pasándote de lista! ¿Por qué me desafías? ¿Por qué me obligas a ser
malo? Tu sabes que no me gusta, pero te empeñas en desobedecerme en cada momento
y situación –seguía gritando él.
-¡Por favor, por favor Julián! ¡Te lo suplico!
–sollozaba Ainhoa.
-Te pedí que no volvieras a ver a la bruja de tu madre
y nada, tu ni caso –le increpó.
Ella lloraba en su rincón de siempre -acurrucada como
un ovillo- sin atreverse a mover un sólo músculo. Julián fue hasta allí, la
arrastró por un brazo, retorciéndoselo mientras caía al suelo -como tantas
otras veces- al tiempo que le repetía su habitual pregunta:
-¿Quién manda aquí, cariño? ¿Quién?
-Tu querido -ya lo sabes- sólo tú…
©Samarcanda Cuentos-Ángeles
lunes
Esas Cosas Del Amor
Samarcanda
CARTAS AL CORAZÓN