<<Mirar atrás lo imprescindible
y solo para agarrarte a esas lecciones que la vida nos va dejando al paso.
>>
Samarcanda
Samarcanda
EL AYER DE LOS VALIENTES
¡Qué
te voy a contar Corazón! En ocasiones la rodilla se dobla y el paso firme que
te acompañaba parece girar infiel a tu voluntad. Pero entonces en un
instante la compostura vuelve y los deseos de no dejarse abatir, ganan terreno
y vencen… ¡Lo has conseguido de nuevo!
Muchas
veces he deseado pensar que el ayer no existe, convencerme que es así para
sobrevivir, vencer al miedo. Los recuerdos atenazan, empujan y las heridas no
cierran. Siguen ahí perennes, por mucho que intentes esquivarlas, solo cuando
llega el momento en el que decides que ese tiempo de silencio ya no estremece,
ni espantan esas noches eternas. Que todo eso se fue, arrastrando rescoldos y
arenas sepultadas –solo entonces– eres capaz de empezar de cero. El ayer no
dependerá nunca de ti; el presente sí. Puedes hacer de él, un impasse o un
compás para bailar ese otro ritmo que ahora solo marcas tú. Es la libertad
ganada a fuerza de esperas mudas… calladas a la fuerza.
Y
de repente, las sombras se hacen luz, la felicidad parece cercana y tangible.
Vuelan los deseos plácidamente y se posan en tu mano para indicarte el camino,
para empujarte con ternura y llevarte al borde mismo de la vida soñada,
ansiada. Aunque esa vida no sea perfecta, aunque tú alma y tu mente, no
consigan ponerse de acuerdo con este terco cuerpo que se quedó atrás, aunque
todo eso suceda, podrán más las ganas de seguir con la incansable lucha, plena
de inflexibles propósitos.
Y
decides al fin que todo ese dolor interno está dormido, puede que incluso
extinguido. Guardado seguro, bajo un centenar de llaves de cristal y aunque
sabes que esos frágiles cerrojos pueden romperse en cualquier momento, el
desafío no te asusta. A estas alturas, apuestas fuerte. Vas tras el
futuro sin que el pasado te oprima, sabiendo que tienes mucho que ganar… Y poco
ya que perder.–Pide un deseo –Me dices–. Esta
vez lo tengo claro… Ser capaz de continuar sin volver la vista atrás, sin que
las heridas del corazón ganen la batalla, porque ciertamente, el ayer ya no
existe.
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