CUENTO DE NAVIDAD
CAMILA
Y EL LAGO DE LOS DESEOS
Camila nació una Navidad entre copos de nieve,
blanca como su rostro, poseedora de una imaginación a prueba de
incrédulos, siempre había tenido muy claro que quería ser de mayor, así cuando
le preguntaban, ella respondía decidida su aprendida cantinela:
-De mayor quiero ser “Hacedora de Sueños”
-¡Eso no existe, boba! -Les decían socarrones
sus amiguitos.
Camila nunca se enfadaba, les sonreía
ampliamente mientras continuaba su camino, moviendo su manita al aire, con
gracia y salero.
Al cumplir los 12 era ya conocida por todos los
lugareños. Llegaban a cientos hasta las puertas de su casa con la secreta idea
encontrar esos deseos perdidos. Camila por su parte sólo exigía un requisito
imprescindible: No haber perdido la inocencia de la infancia y la capacidad de
creer.
-Si no, es imposible que ocurra -les aseguraba.
Las personas confiaban en ella libremente. No
se consideraba ni una bruja buena, ni una hechicera al uso. No hacía pócimas,
ni invocaba a ningún ser sobrenatural. Era sólo un alma de corazón puro, que
irradiaba paz.
Desde pequeña tuvo claro que su función en la
vida era ayudar a sus semejantes. En realidad su gran misterio era un secreto a
voces. Todos sabían que los poderes que poseía se los otorgaba las aguas
cristalinas del Lago Subitara. Este permanecía siempre helado y solo en Navidad
se podían recoger sus gotitas milagrosas. Entre ese liquido extraordinario se
encontraban las partículas secretas que hacían surtir el encantamiento. Ella no
lo negaba…Ni lo afirmaba tampoco. Solo su buen amigo y confidente, Relik, su
enorme búho de plumaje plateado era conocedor de toda su verdad. El cuerpo de
Camila y su alma generosa solo eran el vehículo por el que se canalizaban los
enormes deseos ajenos.
-¡Están tan equivocados! –gritó Camila mientras
sonreía divertida. -No saben, mi querido Relik, que la magia esta en ellos
mismos, que yo no hago nada, que son mis palabras y su propia fe, las que obran
la magia. Los pequeños frasquitos dorados que les entrego, están efectivamente
llenos de agua del Lago Subitara, pero solo es eso, AGUA. ¡Ay amigo! Esa es la
mayor evidencia de que la fe sacude al mundo y a las voluntades. Nosotros,
simplemente...
¡CREEMOS O NO!
©Samarcanda Cuentos-Ángeles.
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