FLORES, BOLLOS E
ILUSIONES
Mis ojos se perdieron entre esplendidas bignonias que se desmayaban por la enorme cristalera que daba al jardín. Abstraída con el admirable paisaje, había abandonado solo por unos segundos el enorme briox de crema, que ya iniciaba camino hacia mis labios entreabiertos. No porque no sintiera una inclinación creciente por el de nata, si no porque no estaba dispuesta a hacer esperar más a mis golosos deseos. La boca se me hacía agua ante la suculenta bandeja repleta de exquisiteces, que insolentes, me provocaban.
Me acomodé en un
enorme sillón de mimbre que chirriaba un poco, donde el blanco que se adivinaba
a través del cimbreante material hacía tiempo que había perdido su esplendor,
lo cual no desmerecía en absoluto su belleza, además, aquellos almohadones eran
comodísimos, ideales para un merecido descanso ¡Estaba rendida! Las diez horas
trabajadas el día anterior daban clara muestra de ello. Deseé por un momento no
tener que ir a fregar a casa de doña Edelmira. El único pensamiento que
planeaba ahora por mi cabeza era disfrutar al máximo de este momento…Un momento
inusual, sería imperdonable dejarlo pasar.
Una enorme taza de
chocolate humeante me invitaba a devorarla sin compasión, por mucho que mi
mente se obstinaba en seguir volando entre un sinfín de detalles. La mantelería
de hilo fino o la vajilla de porcelana china volvieron a distraerme. Sin
querer, pensé en la abuela Clotilde y sus tazas de barro cocido que yo había
heredado y un suspiro de melancolía me asaltó.
Entre divagaciones,
unos golpecitos en el hombro me reclamaron ¡Qué fastidio! -pensé.
No tenía
predisposición alguna en compartir semejante festín. Sin embargo, me volví al
escuchar una voz conocida a mi espalda.
-¡Pobre mami! Llegas
tarde cariño...Has vuelto a quedarte dormida.
Observé mi alrededor
contrariada, los platos se amontonaban sin fregar. Sobre la mesa de la cocina,
un par de galletas rancias y un “aguachirri” helado con gusto a café me
esperaban con el idéntico desencanto de una ilusión perdida.
Una tímida
sonrisa se alió con mi resignación para añadir finalmente:
-Bueno, quizá algún día.
© Samarcanda Cuentos - Ángeles.
Muy bueno y muy "real" ese divagar con las cosas hermosas de cada día del que está agotado y agobiado por las responsabilidades que no le dejan vivirlas. Me encanta Samarcanda!! Saludos
ResponderEliminarGracias guapi. A mi me gusta soñar con sueños pequeñitos como este. Llegara un día que para muchos sean realidad y que ese bollo sea un viaje y esa vajilla fina un regalo que puedes hacer a un ser querido, etc. Metáforas de deseos alcanzables. La paciencia y la esperanza no debe abandonarnos nunca. Un besito.
Eliminar¿Por qué nos conformamos con soñar? ¿Por qué no decir ¡NO!?: Ahora, YO soy.
ResponderEliminarPrecioso, Samarcanda. <3
Ojala Rosa, pero a veces no se puede, la cruda realidad es más fuerte y relega un poquito nuestros sueños a un segundo lugar. No hay que abandonarlos nunca, pero a veces las circunstancias nos superan. Un besito querida.
EliminarMe ha encantado tu relato, un sueño real como la vida misma, las descripciones y el ambiente se respiran, muy bueno. Una pena el final.
ResponderEliminarBuenos días Beatriz, tal como ya he comentado en el grupo, necesitaba ese final como fiel reflejo de esta crisis tan enorme que vivimos, donde a veces no nos quedan más que las esperanzas...Y los sueños. Es una pena que nuestro vivir diario, sea otro muy diferente. Además los micros son textos en formato muy reducido y ese componente sorpresivo del final, debe estar presente. Gracias por pasarte por aquí y por tus palabras. Un abrazo
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