viernes

EN PENUMBRA

Ha perdido la noción del tiempo y el espacio. ¿Dónde está?¿Que ha pasado?
                                                   EN  PENUMBRA

Abre los ojos, solo oscuridad alrededor. De repente la luz se hace. Sin recuerdos del tiempo pasado desde el último pensamiento que aterrizara en su mente. Postrado de espaldas y como única visión el techo de esa estancia.  Le tranquiliza comprobar que el silencio es su único compañero. Intenta moverse, pero no puede. Le alerta el sonido metálico de un objeto cayendo al suelo y una imagen aterradora le asalta al volverse. 

En una mano la sangre aun fresca, en la otra parte de un miembro mutilado, más allá, lo que queda de Oliver y su propio cuerpo hecho pedazos.
                                                         © Samarcanda Cuentos - Ángeles.

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UNA MUÑECA PARA SELENE

Microcuento para la noche de Halloween, solo 100 palabras, que  pueden ser suficientes para hacer que algo extraño te recorra la espalda...

UNA MUÑECA PARA SELENE

La familia ha bajado al desván de su nueva casa. Un habitáculo infecto repleto de trastos olvidados por los antiguos propietarios. Selene, es una niña de piel blanca y ojos azabache que alucina con  lo que allí encuentra.
-Puedes quedarte solo un juguete- indica mama.
Se afianza con decisión a una vieja muñeca, que como ella, tiene tez pálida y trenzas oscuras. Su visión produce un inquietante escalofrío, su madre intenta disuadirla, sin éxito. En su habitación, la muñeca abre los ojos, observa a la niña y sonríe malévola.

–¿Sabes que ahora estás bajo mi poder, querida niña?...

                                                         © Samarcanda Cuentos - Ángeles.

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martes

El Miedo

"El miedo está presente a lo largo de toda nuestra vida, unas veces como somera presencia que nos alerta y nos aporta reflexión y cordura. Pero hay ocasiones en que ese miedo se convierte en desmesurado. Pánico incontrolado que toma el mando y nos convierte casi en peleles a su servicio. Ese es el que debemos temer. Al miedo con mayúsculas..."

Mención de Honor en el 1º Certamen Poético de "Mar de Poesía"


EL MIEDO.(Poema)

Enfáticos periodos, repletos de zozobras,
demonios furtivos, bajo encrespados repliegues,

ocultos en lo más profundo

a la espera de no ser encontrados.

Pero ahí están, acechando,

asiéndose a tu garganta,

apretando tu yugular con su pulgar asesino.

Abrirse las carnes y brotar tu orgullo…

¡Todo es uno! Y al mismo tiempo,

a través de las venas ajadas

serpentea el rojo fuego de tu sangre,

queriéndose abrir camino a la fuerza…

¡Ya sin fuerzas!

 

Me ahogo en el intento de respirar,

anhelando avanzar en el camino,

solo soy un cuerpo quebrado,

un alma finiquitada.

La mano que ahoga, no cede,

el aire no llega.

Se ha cerrado mi espacio

como una tumba maldita,

todo lo que era mío, no existe,

me arrastro por las alcantarillas,

huele a podredumbre y muerte.

Finalmente expuesta… Derrotada.

Yo seguiré sin arrojo,

atravesando sumideros obscuros,

por los que ya fluye a voluntad… el miedo.



                                                             © Samarcanda Cuentos - Ángeles.

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ESTE DESVARÍO

"Como perpetua compañía, nuestras contradicciones eternas. Difícil ponernos de acuerdo 
con esas dudas, tan tercas." 
Samarcanda.

ESTE DESVARÍO...(Poema)

Dejar de cavilar. 
Sólo quiero descansar.
No pensar.
-pérdida de tiempo inútil-
pensar es desaparecer,
pues cada renglón 
que mi mente escribe,
con el siguiente se borra.

Mucho mejor olvidar.
Dejarme emborrachar de ilusiones,
envilecerme con prohibidos pensamientos,
mientras entretejo sueños placidos e irreales
que me salven de este girar vertiginoso y loco.

Mis manos no son mías,
mis piernas ya no responden,
mi memoria se esfuma a veces,
o se empecina en volar solitaria.

¿Es mía esta vida acaso?
Quizá prestada, tal vez impuesta.
Puede que restada
de mis horas de “no sueño”.

¿Quién sabe quien tiene el mando?
¿Quién me derriba, quien me empuja,
quien decide?
¿Quién me abofetea el alma?

Estoy muda, ciega y sorda.
Mi vida ya no es mi vida y
mi mundo nunca lo fue.
¿A qué seguir? 
¿Qué sentido tiene?

Alguno habrá…

Junio 2003 
                                                         © Samarcanda Cuentos - Ángeles.
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domingo

Evan el Enterrador

Un poco de suspense y terror para estos días de Octubre. Hallowen se acerca...

EVAN EL ENTERRADOR
Corrían los primeros años del siglo XIX en un modesto pueblo del condado de  Berkshire al oeste de Londres. Un ser distante y apocalíptico hacía trabajos de sepulturero de la zona.  Evan, siempre permanecía con semblante cabizbajo y sin mostrar jamás su rostro. Caminaba arrastrando los pies, vestido por completo de negro y con un mechón en la cara que dificultaba  despejar esas dudas que le envolvían. No soportaba que le tocaran, ni le hablaran, tampoco aceptaba órdenes de nadie. En el pueblo conocían sus manías y excentricidades, pero lo respetaban más por recelo y desconfianza que por otra cosa. . Un pueblo pacífico en apariencia donde nadie preguntaba sobre el resto de sus semejantes y es que a nadie parecía interesarle realmente la vida de los demás
Evan disponía de una casucha de apenas cuatro paredes en el mismo cementerio y allí permanecía invariablemente sin abandonar el lugar bajo ninguna circunstancia. Miller, el viejo de la tienda de ultramarinos le hacía llegar su escueta lista de provisiones una vez por semana, dejándola siempre delante de su puerta. 
Aquella tarde de enero el pueblo se llenó de policías y periodistas. El frio helaba sus voces cuando se dirigieron hasta la vieja casa del enterrador, era de allí de donde provenían los extraños sonidos que llevaban horas alertando a los habitantes del lugar. Ninguno sin embargo se atrevió a acercarse, mucho menos tocar el timbre de la casa de aquel iracundo ser. Unas luces intermitentes se movían a intervalos imprecisos e imágenes difusas garabateaban la incipiente noche. Estas se habían visto alrededor de la casa dando a todo tipo de especulaciones, pero sin que nadie hiciera nada al respecto. El lugar ya de por si tenebroso e inquietante, no ayudaba a que la curiosidad ganara terreno al temor que les producía tanto  el cementerio, como su morador.
Cuando llegaron los agentes, acordonaron el lugar de inmediato y algunos vecinos indiscretos y envalentonados saltaron  para curiosear. Los gritos aterradores eran en efecto de Evan que cruzaba en esos momentos, preso del pánico por toda la casa. Por primera vez pudieron ver su rostro. Una horrible cicatriz  le cubría desde la sien derecha hasta la boca, sus ojos parecían salirse de sus cuencas y una visible espumilla emergía de su boca. De repente cayó al suelo ante un espasmo grotesco que le obligó a doblegarse sobre sí mismo como una inerte madeja.
Estaba muerto, el forense comentaría después que en apariencia se había desangrado. Era un cuerpo contraído, empequeñecido, que no disponía de una sola gota de ese líquido vital que le permitiera seguir con vida. Su rigidez y palidez evidenciaba  llevar varias horas muerto, sin embargo todos habían presenciado como gritaba y corría por la habitación despavorido segundos antes de caer al suelo. No entendían nada, ni podían ofrecer una explicación lógica ante tal alarde de horror. Efectivamente había sangre por el suelo, apenas unas gotas, insuficientes para causar la muerte de Evan. Sin contar que al reconocerlo no se le apreciaron cortes, ni lesiones de ningún tipo. Nada, más allá de la falta absoluta de sangre.
La curiosidad, el asombro y desconcierto eran unánimes. El hueco en el suelo apareció por casualidad, siguiendo los detectives otras líneas de investigación y arrojó algunas respuestas a aquel enigma absurdo. Un fosco y húmedo agujero surgió ante ellos, de difícil acceso y angosto al paso. Entraron un par de hombres provistos de linternas y guantes para no tocar nada indebido. La pared rezumaba un líquido amarillento de pestilente hedor y el suelo estaba resbaladizo debido a una sustancia rojiza y pegajosa que lo cubría casi por completo. La visibilidad era escasa y la integridad de los que allí se encontraban no estaba asegurada. Costaba respirar.
A un lado del muro había una estantería de hierro repleta de grandes botes de cristal, todos ellos contenían un liquido trasparente. No era agua, con temor se  acercaron a olfatearlo. Era formol. El tufo les hizo recular rápidamente, la concentración era muy alta. Sólo algunos estaban llenos, pero debido a la oscuridad del habitáculo no fueron conscientes de inmediato de su contenido, trozos de alguna extraña cosa flotaba dentro, al acercarse un poco más el investigador retrocedió mientras profería un grito de pánico. Era una mano, mejor dicho un muñón perteneciente a un puño cerrado. En el otro subsistía intacto, un pie y el siguiente cacharro contenía un par de ojos todavía en buen estado, de color oscuro. Salieron de allí a toda prisa, aunque conscientes que tarde o temprano deberían volver a bajar a tan espantoso escenario. Lo hicieron unas horas después, con ojos y mente muy abiertos, no había más remedio que enfrentarse al terrible holocausto humano que contenían aquellas paredes infectas. Era su trabajo. Pero sin imaginar que espeluznantes sorpresas aun les aguardaban. El resto de botellas de cristal estaban vacías, pero aun conservaban el líquido traslucido de olor penetrante. Justo al lado de una mesa se encontró una libreta negra manchada de sangre, la tomaron y añadieron así unas cuantas respuestas más al acertijo.  Escrito a letra rápida y lectura complicada, decía:
-Ya tengo casi todas las partes de mi preciosa niña, la que será mi compañera y estará conmigo hasta el fin de mis días. Me ha costado años conseguirlo, pero al fin esta aquí. Una de las manos que debía utilizar al final se ha malogrado y me ha costado encontrar una nueva que resultara adecuada. Las últimas muertes acontecidas en el pueblo eran de mujeres muy ancianas y tenían las manos arrugadas o trabajadas en exceso debido a la faena del campo. Definitivamente no eran de mi gusto. He cambiado también sus ojos negros por otros verde mar, me parecían más acordes y quedando perfectos con el cabello rubio de la hija de Solans, una niña de belleza alabastrina muerta de tuberculosis. La verdad es que hubiera utilizado muchas de sus partes. Frágiles y apetecibles…
Pero por primera vez he tenido que matar para hacerme con ese tesoro inesperado. -los ojos- La chica a la que se le estropeó el coche delante de mi puerta los tenía de un turquesa irreal ¡Eran perfectos! Creo que nadie llegó a verla. Fue mía en apenas segundos. Pero me falta un último detalle y no quisiera demorar por más tiempo tu encuentro, deseo que te conviertas en mi amada, KAAMLA. No he elegido tu nombre arbitrariamente, significa, perfecta y tu lo eres. Colocaré el cerebro de esa misma chica y así acabaré por fin, no me gusta utilizar más de una parte de cada cuerpo, pero en este caso haré una excepción. El enorme deseo de concluir mi obra me consume. No esperare más…
Al agente le costaba leer las anotaciones con una mínima calma,  le superaba la imagen que proyectaba su mente,  cada frase macabra le torturaba y le obligaba a mirar a ambos lados de aquel escenario de tinieblas donde imaginaba tanto horror. Intentó continuar leyendo. La caligrafía había cambiado sensiblemente, haciéndose aun más ilegible. Esta vez las palabras se habían tornado en una súplica siniestra, pero lo que más le llamó la atención fue la fecha. 23 de enero de 1811. Correspondía a ese mismo día, el que murió Evan,  sin duda eran sus últimas palabras.
-No puedo esperar más, daría mi vida si pudiera por verte, mi sangre si fuera preciso. Vendería mi alma al diablo cual hiciera Fausto ante el pacto del mismísimo Mefistófeles. Sí, mi sangre te daría si pudiera…
 Ahí acababa todo. Ningún otro dato más que aclarara el misterio… Ni siquiera cual era el destino de las partes de esa extraña criatura que Evan mencionaba.
Silencio, sólo silencio…Y una turbadora presencia que lo envolvía todo…

©Samarcanda Cuentos-Ángeles.
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jueves

Cielos Estrellados

Esos cielos estrellados que a veces no son tan bellos. No están  repletos de luz si no de miedos e incertidumbres. La esperanza viene impuesta por un mañana que siempre acude, que llueve y moja, día tras día.
Samarcanda

CIELOS ESTRELLADOS (Poema).


Volar y volver mil veces
sobre cielos estrellados…
¡Contra un muro!

Lloro lagrimas de acero,
intentan ser fuertes, sin serlo,
derretidas en sentimientos
de congoja y desconsuelo.

No es un astro reluciente,
pequeño haz macilento,
negra luz que ya no miente,
esperando su alimento.

La tronada que lo anuncia,
a lo lejos ya se escucha.
Llantos tristes de sollozos,
vencen sin apenas lucha.

Cielos que quedaron mudos
de palabras y de gestos,
moja tu cuerpo desnudo,
solitario y descompuesto.

Llueve sobre mojado,
vuelve a llover sobre tu lluvia,
no te quedan aliados
y en tu corazón diluvia.

No temas más la tormenta
siempre que llovió, escampó.
La esperanza nos empenta
cuando lo peor pasó.

                                                            © Samarcanda Cuentos - Ángeles.

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lunes

FLORES, BOLLOS E ILUSIONES

       Se puede mezclar la ironía con la ternura, los deseos, con los sueños, la sencillez con el
 cariño...Para convertir todo ello, en una pequeña historia cotidiana.     
Imagen: Bignonias. ©Siscu Tules    

 FLORES, BOLLOS E ILUSIONES

Mis ojos se perdieron entre esplendidas bignonias que se desmayaban por la enorme cristalera que daba al jardín. Abstraída con el admirable paisaje, había abandonado solo por unos segundos el enorme briox de crema, que ya iniciaba camino hacia mis labios entreabiertos. No porque no sintiera una inclinación creciente por el de nata, si no porque no estaba dispuesta a hacer esperar más a mis golosos deseos. La boca se me hacía agua ante la suculenta bandeja repleta de exquisiteces, que insolentes, me provocaban.

Me acomodé en un enorme sillón de mimbre que chirriaba un poco, donde el blanco que se adivinaba a través del cimbreante material hacía tiempo que había perdido su esplendor, lo cual no desmerecía en absoluto su belleza, además, aquellos almohadones eran comodísimos, ideales para un merecido descanso ¡Estaba rendida! Las diez horas trabajadas el día anterior daban clara muestra de ello. Deseé por un momento no tener que ir a fregar a casa de doña Edelmira. El único pensamiento que planeaba ahora por mi cabeza era disfrutar al máximo de este momento…Un momento inusual, sería imperdonable dejarlo pasar.

Una enorme taza de chocolate humeante me invitaba a devorarla sin compasión, por mucho que mi mente se obstinaba en seguir volando entre un sinfín de detalles. La mantelería de hilo fino o la vajilla de porcelana china volvieron a distraerme. Sin querer, pensé en la abuela Clotilde y sus tazas de barro cocido que yo había heredado y un suspiro de melancolía me asaltó.

Entre divagaciones, unos golpecitos en el hombro me reclamaron ¡Qué fastidio! -pensé.

No tenía predisposición alguna en compartir semejante festín. Sin embargo, me volví al escuchar una voz conocida a mi espalda.

-¡Pobre mami! Llegas tarde cariño...Has vuelto a quedarte dormida.

Observé mi alrededor contrariada, los platos se amontonaban sin fregar. Sobre la mesa de la cocina, un par de galletas rancias y un “aguachirri” helado con gusto a café me esperaban con el idéntico desencanto de una ilusión perdida.

 Una tímida sonrisa se alió con mi resignación para añadir finalmente:

-Bueno, quizá algún día.

© Samarcanda Cuentos - Ángeles.


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miércoles

LA ERMITA DE LOS MÁRTIRES

Inspiradora imagen de Javier Romera, para acompañar a un relato de intriga.

LA ERMITA DE LOS MÁRTIRES 
Aquellas historias me ponían los pelos de punta. Cuando Martín me las contaba en un susurro, mi cuerpo temblaba como una hoja, pero siempre mi morbosa curiosidad podía más. Aquel día le pellizqué el brazo al tiempo que le exhortaba a continuar.
-Me estoy poniendo de los nervios, pero sigue. Ahora no puedes parar.
Martín prosiguió entonces, preparando el escenario para crear el ambiente adecuado y yo me preguntaba cuanto había de verdad en sus palabras. Él aseguraba que todo era cierto.
-Sabes Cloe -me había dicho- en el pueblo no tienen ni idea que son esas luces que a veces se ven en lo alto del rosetón de la ermita.

-¿Y tu si lo sabes? -pregunté yo intrigada.

-¡Claro! A mí me lo contó don Rosendo.

-Anda, anda, si todo el mundo sabe que Don Rosendo murió hace muchos años. Tú, ni siquiera habías nacido.

-¿Y quién te ha dicho que me lo haya contado en vida?

Martín me miraba entornando los ojos, observando deliberadamente cada una de mis reacciones. Su madre era vidente y siempre decía que él también tenía el “Don”.

-¡Que! ¿No te lo crees?

-Yo ya no se qué creer –le dije al fin con voz entrecortada.

Tras mis palabras Martín comenzó su historia.
El cura del pueblo, don Rosendo, en la época de la guerra civil ocultaba a los pobres diablos que huían por motivos políticos. Aquella azarosa tarde había llegado un muchacho a la ermita donde él rezaba a diario, para pedirle hospicio. Le venían siguiendo y al llegar ya se encontraba al límite de sus fuerzas. Nadie conocía aquella húmeda mazmorra cavada en la piedra que el viejo clérigo utilizaba como cobijo.

-Entra aquí -le apresuró.

El muchacho corrió hacia ella, con la única compañía de un quinqué de aceite. Cuando llegaron sus perseguidores torturaron al sacerdote con el firme propósito de hacerle hablar, sin embargo no consiguieron sacarle ni una sola palabra. Dándole muerte después. Por años, la historia corrió envuelta en el misterio sin llegar a saberse, el cómo y el porqué del triste desenlace. Aunque muchos lo intuían -apostilló Martin al finalizar.

Hoy, delante mismo de la puerta de la ermita, la noche había caído y mi amigo y yo mirábamos embelesados como la vieja piedra parecía exudar lagrimas de sangre. Solo un puñado de nubes como bolas nacaradas otorgaba algo de fulgor al tétrico paisaje.
De repente vi las luces y en lo alto la cruz titilar. Sentí como se me helaba el corazón al escuchar, como en un lamento, una voz que pedía auxilio. Martín me tocó el brazo, mientras con voz queda añadía:

-Mira Cloe, las que ves son las luces del quinqué, y esa letanía, el llanto del muchacho. Tal como dijo don Rosendo, su alma sigue clamando al cielo.


                                                         © Samarcanda Cuentos - Ángeles.
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