Hay veces en que el corazón y la cabeza mantienen una lucha inconsciente. Y no es menos cierto que hay cuestiones que no dependen únicamente de tu deseo.
Samarcanda
Se había pasado toda la tarde haciendo la cena. Emocionada y expectante se sentó a aguardar su llegada. Las horas pasaron despacio, la cena quedó helada, el cava caliente y su emoción -horas antes desbordada- se encogió como si le hubieran pasado una esponja por el alma.
Se desabrochó el ajustado vestido comprado para la ocasión, justo cuando su cabeza, más aun que su corazón, le advertía que la espera era inútil. Él no vendría.
Buen micro, Ángeles.
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