<A menudo el amor se extingue por mucho que tu intentes
impedirlo. Te abren las manos a la fuerza y te roban lo que más querías. -Sin
ni siquiera una explicación-.
Es, en ese momento, cuando descubres que te has quedado sin alma -y también sin armas- pero inexplicablemente, no eres capaz de odiar. Te sientes inquieto y extraviado, debatiéndote entre el amor que posiblemente sientes todavía y una terrible rabia por tu incomprensible perdida.
Es, en ese momento, cuando descubres que te has quedado sin alma -y también sin armas- pero inexplicablemente, no eres capaz de odiar. Te sientes inquieto y extraviado, debatiéndote entre el amor que posiblemente sientes todavía y una terrible rabia por tu incomprensible perdida.
Lo que no se, es si a toda
esta mezcla de contradicciones se le puede llamar odio…O puede que tan sólo sea
impotencia…>
La noche se había apoderado de la casa y todo permanecía en el
mismo silencio sepulcral de las últimas horas, días, semanas…Bueno, ya no lo
recordaba.
Adriana no lograba discernir si de verdad era noche cerrada o era
su mundo el que de repente se había hecho oscuro por completo. Miró a su
alrededor, una brisa helada le recorrió
el ánimo; no había nada, tampoco nadie. El cielo, la vida, los sueños... habían
perdido todo su valor, su total significado y no sentía deseos -ni fuerzas-
para esperar la siguiente estocada.
En otras ocasiones le
había sobrecogido eso mismo, percibirse como si flotara fuera de su cuerpo. Como
si mirara su propio declive desde lo alto, desde la primera fila del mejor
palco, aunque careciendo de poder alguno para cambiar una sola frase de una
historia ya escrita. De la que para más INRI, sabía de memoria su principio y
su fin.
Pensó en ponerle titulo
¿Cómo debería llamarla? ¿Diario de un fracaso anunciado? La impotencia siempre
llama dos veces? ¿100 años de soledad? No ¡Ese ya estaba pillado!
-Jolin! Que sarta de
tonterías se pueden hilvanar en dos minutos de pensamientos aciagos -se dijo en
un alarde de filosofía barata.-¡Basta ya de sandeces! Tanta lamentación inútil
no sirve para nada y eso es de una lógica aplastante.-Concluyó.
Sin embargo las quejas y
los reproches parecían ser el juego predilecto de Adriana cuando las cosas
empezaban a ir mal; y además... ¿Quién pretendía ser lógica en ese momento?
Como un flash,
rebobinó en su mente las últimas palabras que habían cruzado por su
mente.¿Empezar- a -ir -mal?... ¡Por Dios!
Era un estúpido
eufemismo; y lo sabía. La cruda realidad es que su vida en estos momentos
estaba inmersa en una total debacle... (SIGUE)
2004
© Samarcanda -Ángeles.
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