"Un relato que está basado en una historia real.. El dolor, el sufrimiento y la enfermedad siempre es dura, cuando hablamos de niños aun más...A veces son necesarias pequeñas mentiras para sobrevivir"
Samarcanda.
Samarcanda.
AIRE PARA RESPIRAR
Anna intenta conservar
la compostura mientras la comisura de sus labios tiembla involuntariamente.
Pretende mantenerse entera, mientras, a su lado su marido deja caer el peso del
dolor sobre su hombro. Ella valiente madre, explica en una charla improvisada
el futuro de su hijo Dídac, paciente de una rara enfermedad llamada Anemia de
Fanconi. El niño después de varios meses sigue a la espera de un donante de médula ósea que pueda
ser compatible con su frágil organismo, sus
células ya no producen la sangre necesaria a su médula, es lo que se
conoce como aplasia medular.
¡Quien le hubiera dicho hace apenas unos meses que
se convertiría en experta conocedora de esta extraña patología!
-Su fase es muy avanzada y permanece aislado ya que
su cuerpo no genera las suficientes defensas –explica con ansiedad evidente, mientras
una tímida lágrima resbala por su mejilla.
Anna respira
con fuerza como si alguien se empañara en arrebatarle el aire a cada instante. Inicia su historia por enésima vez, clamando
al cielo -y a quien quiera escucharla- tratando de hacerles entender que con
apenas un simple análisis es posible salvar una vida. La de su hijo ¡Qué miedo
da la palabra trasplante! -piensa mientras explica mecánicamente con su mirada
perdida en el infinito, sin saber si es ella la que habla o su desesperación.
Dídac sigue en la habitación del hospital al que
llegó engañado. ¡Pobre angelito! Le contaron que solo era un juego, que su
burbuja no es más que un experimento especial y espacial. Que esa gran
escafandra es como las que llevan los astronautas. Esos que tanto admira él.