CARTAS AL CORAZÓN
<<Indecisiones que me
turban con la maligna intención de someterme, simplemente… no hay que
permitirlo.>>
Samarcanda
NO HAY DESIERTOS EN EL
CIELO
Amigo
mío, hoy pareciera que solo hay atajos oscuros en este cielo, en este desierto que
no parece conducir a ninguna parte. Sí, puede parecerlo y sin embargo, quiero pensar
que no es así.
En
lo alto de mi nube, la que únicamente existe en mi turbada mente, veré pasar
otra noche eterna, más nunca me he rendido y no voy a hacerlo ahora.
Engañarme
nunca fue escudo a la decepción, no creo ya en las palabras, esas que solo
intentan manipular mis sentimientos, flagelar este espíritu abatido, que sigue
siendo tenaz y resistente. Creo en mí, es lo más importante y me mantengo aquí
arriba, desde donde observo el devenir de mis días, meciéndome entre recuerdos,
acunándome en el viento como aquella dulce niña que anhelaba alcanzar el cielo
con los dedos, mientras se columpiaba traviesa. Sigo suspendida en un espacio
incierto que a menudo me sigue mintiendo, aunque su reflejo cristalino ya no me
perturba. Me volví inmune al desaliento.
Alejada
voluntariamente de la realidad traidora, sigo mirando hacia otro lado, intentando
que la locura no me atrape, y aunque los sueños parecen no llegar nunca, seguiré
luchando para que la espera no muera y que en uno de esos ascensos deje de ser
quimera absurda.
La
vida continúa intentando someterme –y de
hecho, ha estado a un tris de
conseguirlo– pero aquí sigo.
Creyendo en mis posibilidades –en
la vida– y lograré al fin abandonar el vuelo y elegir paisaje. Convencida
de que este trapecio de sogas blancas alcanzará pronto su destino. Obstinada en
mis empeños, ya aprendí a disfrazar de coraje, el miedo, pintando la melancolía,
de esperanza.
Y
sé que hoy, por fin, ha llegado el día de recoger los pedazos y recomenzar. Iré
hasta donde alcancen mis fuerzas, caminaré con paso firme, porque el futuro me
aguarda en la siguiente esquina… y esta vez, voy tras él confiada.
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