lunes

Miedo al Miedo

“Hay sucesos que acontecen en tu vida y el tiempo apenas consigue diluir un ápice las sensaciones que te recorrieron entonces. Sin variar sentimientos…Ni siquiera ese sudor helado que sigue bajando por tu frente.” 
                                                                            Samarcanda.

     MIEDO AL MIEDO 

Empecé a caminar deprisa, la debilidad se había apoderado de mí, no era algo inusual, desde hacía tiempo la desconfianza y la incertidumbre se convirtieron en amigas inseparables, por mucho que su compañía fuera siempre ingrata… casi cruel. Apresuré de nuevo el paso, las piernas flaquearon, mientras que el corazón se aceleraba más aún. De nuevo todo se repetía, terco y acechante. Estaba ahí mismo, a mi espalda y no podía hacer nada por evitarlo. Sentí nítido su aliento en mi cuello, su voz profunda. Su presencia clara y contundente, como tantas otras veces…

Me di la vuelta. No había nadie y, sin embargo, era cierto que estaba junto a mí, su presencia era tan enorme, que no me quedaba ninguna duda. Miedo, me dijeron que se llamaba aquel animal que obstinadamente me perseguía. Lo peor es que quizá nunca se vaya –también me explicaron.

Cerré los ojos y allí estaba otra vez… Un joven siniestro, su cara desencajada a ras de la mía como aquel día el imborrable instante sigue indeleble en mi retina y ha seguido persiguiéndome durante muchos años. Un chico joven, con cara de trastornado por las drogas, cuchillo en mano me amenazaba, había estado en nuestra tienda el día anterior. Nos extrañó al principio que trajera una bolsa repleta de monedas, nos pidió a mi hermana y a mí, si podíamos cambiárselas en billetes. Sonriente nos comentó que eran el resultado de una máquina tragaperras, que lo acababa de ganar –es para aligerar peso, añadió– nosotras, ¿porque no? accedimos, sin darle demasiada importancia, incluso intercambiamos algunas palabras con él, parecía indefenso –la verdad– incluso simpático. Sin embargo, en este momento que lo tenía frente a mí, no lo era en absoluto, el cambio era brutal…

Llegué sola aquella mañana a nuestra tienda de ropa infantil, Pierrot, se llamaba. Minutos antes había visto cruzar a alguien con un pasamontaña, lo vi justo cuando me estaba quitando el abrigo, había cerrado la puerta con llave, siempre lo hacía cuando entraba al almacén, por si se colaba alguien sin que me diera cuenta. Un par de minutos después aparecía el chico del día anterior. Fui a abrirle la puerta y un pálpito, junto a una ráfaga con la imagen del pasamontaña, me indicó que algo terrible estaba a punto de ocurrir. Pero era tarde. No me dio tiempo a reaccionar, él ya estaba dentro. Me temblaron las piernas por el miedo y caí al suelo, él aprovechó para ir al cajón y arramplar con lo que pudo. No era mucho, apenas las monedas que dejó el día antes y poco más. Yo acababa de llegar a la tienda y ni siquiera había sacado el cambio para las ventas, se fue sin hacerme nada –menos mal– mientras yo quedaba allí tirada en el suelo, hasta que, como pude, me levanté y pedí ayuda.

Al chico lo pillaron y aunque tuve que pasar una rueda de reconocimiento y me presenté al juicio, no tuve fuerzas para entrar. Tras un ataque de ansiedad, el fiscal me permitió marcharme sin testificar. Había más testigos implicados de otros robos, por lo que finalmente no fue necesaria mi presencia. Un mal momento… y peor recuerdo.

Difícil de olvidar, igual que el filo de su navaja que siguió durante años en mi garganta, como aquella mañana de invierno en que el Miedo fue testigo del momento… y decidió quedarse por mucho tiempo. 

                                                           © Samarcanda Cuentos - Ángeles.
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EL EDIFICIO MÁDELON

En ocasiones nada es lo que parece...
EL EDIFICIO MÁDELON (Microcuento)

Había subido aquellas mismas escaleras centenares de veces. En este inmueble nunca se llegó a instalar un ascensor, a pesar de tener cinco alturas ninguno de los vecinos estaba dispuesto a invertir el capital que costaría. Se trataba de un edifico antiguo ¿Para qué semejante derroche? La primera planta eran oficinas y en las cuatro siguientes sólo había dos inquilinos por rellano. Steven, al igual que el resto de vecinos, sabía que en el tercero segunda no vivía nadie, sin embargo aquella noche se escucharon ruidos extraños. Dudo al principio, pero ante la insistencia decidió llamar a la policía. Cuando estos subieron todo estaba en orden, sin ninguna evidencia de que allí pasará nada especial. El apartamento había estado deshabitado siempre -al menos es lo que Steven recordaba-. Sólo polvo en los rincones y como únicos  residentes,  las termitas de una vieja cómoda. 
-Señor, debía estar medio dormido.- Le sugirió un agente. 

Steven sabía perfectamente lo que había escuchado, pero no replicó.
Aquella misma noche volvieron a alertarle unos pasos en el piso de arriba. Decidió que era absurdo insistir en pedir auxilio. Estaba claro que no le creían. Salió al pasillo, miró el caracol que formaba la escalera hasta su misma puerta y de repente se dio cuenta de un detalle en el que nunca antes había reparado. Bajó al primer piso, y si, efectivamente los doce peldaños habituales. Los había contado muchas veces. Subió al tercero, era la primera vez que lo hacía. Empezó a contar peldaños 7, 12, 19 y 24… Algo no encajaba…

                                                           © Samarcanda Cuentos - Ángeles.

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miércoles

SOLO UN RECUERDO

 "Sólo tu podrás decidir si aquello que te hizo daño un día esta olvidado y sepultado, en el fondo de tus recuerdos. Allá donde el desasosiego no alcanza". 
                  Samarcanda.

SOLO UN RECUERDO

Ahora que el tiempo ha pasado,
que los ingratos recuerdos,
son sólo eso, recuerdos.
Minúscula esencia de todo un universo,
aroma de un tiempo trasnochado y efímero,
que fue todo, y ya apenas vale nada.
Me pregunto…
¿Podré volver a sentir que el corazón late?
¿Que el alma regresa de su materia de piedra?

Dependerá de ti –me aseguran-
Sólo si en verdad ha culminado
un olvido indoloro y efectivo,
Sólo si se ha convertido,
en ínfima presencia
de aquello que fue un día.
Solo si es innegable y certero
que ya no queda nada.

El engaño correrá de tu cuenta
 -y lo sabes-
Pues sólo tú tienes la respuesta.

                                                           © Samarcanda Cuentos - Ángeles.
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