En ocasiones pequeños gestos en apariencia, son para quien los lleva a cabo
como una gran ceremonia; algo así como un pacto inquebrantable.
Samarcanda
AMOR ETERNO (Microcuento)
Los dos avanzaban tomados de la mano, lejos del resto de paseantes que
pululaban por el serpenteante camino. Hasta el aire tenía un color y un
aroma diferente aquella tarde. A pesar de ser finales de octubre, el tiempo era
encantador y apetecible.
-¡Eres lo mejor de mi vida! -había dicho él con ternura infinita- Mi corazón ya
te buscaba mucho antes de conocernos. Por siempre serás…! Mi amor eterno!
Extrañada ante tanta muestra de cariño, una muchacha se paró a observar la
escena. El anciano caballero que paseaba por aquella angosta senda, sacó de repente
de su pecho un viejo camafeo y se lo ofreció a la joven.
-Ella es Mercedes, mi mujer –le espetó risueño y melancólico-. Le prometí que aun
en su ausencia seguiría con nuestros paseos diarios. Su recuerdo me acompaña
siempre, va unido a mis pasos. Acudiré a nuestra cita diaria hasta que la vida
y la salud me lo permitan. Mi querida Mercedes, siempre será mi paz, mi
equilibrio mental.
La joven sintió una honda emoción al comprender la mezcla de dolor y cariño
que guardaban sus palabras. Su voz sonaba melancólica y ausente…
Dando un tierno beso a la imagen, guardo el camafeo cerca de su corazón y sin
esperar respuesta, los dos -él y su recuerdo- se alejaron lentamente.
© Samarcanda
-Ángeles.
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