NO
ME LLAMES PUTA, LLÁMAME SEÑORITA (David Mármol)
David
me pidió que le escribiera el Epilogo de su último libro y acepte
gustosa, lo cierto es que me pase de paginas -no pude remediarlo- él, con sorna añadió después de leerlo:
"En
vez de un epilogo habrá que considerarlo parte del libro, no?".
EPILOGO:
Antes que nada agradecer a David, la confianza que
deposita en mi persona como para permitir que esta aprendiz de escritora haga
el epilogo de su libro, de más está decir que es un verdadero honor, y que en
espera de que un día sea capaz de poner fin a uno de mis manidos escritos, me
de la oportunidad de dejar este puñado de palabras en manos de sus futuros
lectores. ¡! Gracias!!... Tú me tiras el guante y yo lo recojo con sumo gusto,
ahora sólo desearía estar a la altura.
Metámonos pues en harina para de alguna manera,
diseccionar cual curioso doctor los entresijos del libro que acabo de
leer. Empezaré por comentar el titulo tan sugerente que él ha elegido:
“NO ME LLAMES PUTA, LLÁMAME SEÑORITA”.
Para mi encierra un fuerte significado y no me
extraña pues, la reacción de alguna de estas señoras ante los adjetivos que a
menudo las definen, y que todos ellos - no nos engañemos- llevan a cuestas el
estigma del desprecio, de la falta de respeto, como si, con el sólo hecho de
ejercer la profesión que han elegido, ya pasaran a pertenecer a un rango
inferior en la categoría de persona. Quizá esa es una de las cuestiones que más
repruebo. Todos tenemos derecho al respeto, de eso no hay duda, por mucho que ese
ambiente en que se mueven este envuelto de superficialidad y frívola ligereza.
Leyendo cada una de las historias de estas chicas,
se percibe inequívocamente que rezuman dramatismo, solapadas con sonrisas y
muecas forzadas en unos casos, envueltas en joyas y lujo en otras o
enmascarando un pasado difícil de digerir, las más de las veces, pero
compartiendo una pesada carga -los recuerdos oscuros de una vida desgarrada-.
Por eso mismo yo las llamo muñecas rotas, vidas y destinos, sin vida y sin
destino -y por eso también- la mayoría de ellas no saben de donde
vienen y mucho menos donde van, aunque seguramente, no lo reconocerían
nunca.
Me viene a la memoria en estos momentos, lo que
alguien me comentaba hace años: Que todos estamos abocados sin quererlo a un
destino concreto, es aquello de que: “Si naciste para martillo, del cielo te
caen los clavos”. Me decía como digo, que no se sabe porque razón existe
gente que irremediablemente esta predestinada a ser “Carne de cañón” y que por
muchos esfuerzos que hagan, el destino las arrastrará siempre al caos. Yo no sé
si esta afirmación será cierto o no… Pero si me pregunto ¿Porque es tan difícil
salir de ese círculo? Pareciera que una fuerza superior les obligara a entrar
en él una y otra vez.
Y es que podría estar hablando perfectamente de
cualquiera de nuestras chicas, Raquel, después de huir muy niña todavía de un
entorno hostil, tropieza -con tan mala suerte- con un maltratador, que la
obligará de nuevo a emprender la huida, para seguidamente verse envuelta en la
prostitución de cualquier club de carretera, igual que si un poderoso imán la
hiciera indemne a esa buena suerte que todos buscamos eternamente. En el mismo
grupo podríamos clasificar a Irina, aunque en su caso concreto parece que
finalmente puede escapar de este círculo vicioso al que hacia referencia… De lo
cual me alegro.
Y se te ocurre pensar entonces si realmente no han
tenido las pobres chicas más opciones que estas -y posiblemente no las hayan
tenido- efectivamente la vida es cruel, pero sobre todo no es justa, así que
intento empatizar con ellas y ponerme en su piel, aunque lo que no querría
nunca es resultar hipócrita, pues considero también que aunque parezca que
todas las fuerzas del universo se han aliado para hacerte caer de nuevo en esa
mala vida, yo necesito creer que uno también es capaz de cambiar ese destino si
se lo propone con tesón y empeño, que para muchas, este modo de vida se
convierte en un camino fácil, diría más bien del dinero fácil -y aunque quiero
pensar que serían las menos- no sé sinceramente si es así…
Estamos de acuerdo que cada uno es libre de
elegir la vida que desea vivir, aunque en ocasiones no se tengan muchas
opciones más - eso también es cierto- sin embargo yo no me atrevería nunca a
menospreciar el entorno, la sociedad que tenemos todavía no esta preparada para
aceptar sin poner obstáculos el tema de la prostitución y todo lo que la rodea
-más bien y posiblemente- ni con su legalización se romperían todas las
barreras que aun quedan por derribar. Sospecho que la mayoría tiende -o
tendemos- a pensar rápidamente que la prostitución lleva consigo otras
tantas adicciones como son las drogas, el alcohol, etc que a priori repudiamos
sin hacernos más preguntas, tomando como dogma de fe que es malo sin ir más
allá en el tema, puede que tampoco nos interese demasiado escarbar, indagar,
por si no nos gusta lo que descubrimos o puede que lo veamos como algo muy
lejano que nunca nos podría tocar de cerca, ni en carne propia.
En el libro existen, en todo caso, diferentes
sectores dentro de este mismo mundo que ahora nos ocupa -submundos como lo
llamaría Alejandra- algunos bastante distantes de los otros. Desde luego no se
puede equiparar la prostitución de calle, con la de lujo, o diciéndolo de otro
modo a Mimi o Alejandra, con Aína o Pupi. No porque las unas sean mejor o peor
que las otras, si no porque se mueven en ambientes diferentes, que ya por si
las hacen contrastar o ser distintas.
Aína, como ella misma se define, es de la
antigua escuela, de las putas, putas de toda la vida, de las que han empezado
desde abajo como autentica guerrera del amor, dispuesta a poner parches en las
duras existencias de sus parroquianos, para que ellos a su vez, puedan seguir
soportando “esa vida llena de vacíos” que tanto les cuesta arrastrar. No le
gusta compararse, ni que la comparen con las de la nueva hornada de prostitutas
que ahora existen, esas que extienden la mano antes de enseñar ni un retazo de
entrepierna, porque lo primero es lo primero y el dinero es lo que manda y prima.
Pupi también es de la misma pasta, si no ha mentido
en su relato, ni se ha olvidado deliberadamente de alguna cruda escena
vivida, puede que sea la que menos me ha removido por dentro, aunque me ha
encantado especialmente por su avanzada edad y esa agilidad que envidio
secretamente. Pero admito que no se me ha hecho un nudo en la garganta con su
relato, quizá porque seguramente actúa según sus principios, divirtiéndose ante
todo, haciendo lo que le venía en gana porque así lo pide el cuerpo y el animo,
pero también, complacida y sabedora de actuar como legitima consejera del
siglo pasado, psicóloga sin titulo que aprende a compensar todas las
carencias que el cliente de turno encuentra cuando llega a su casa. Aunque me
cueste admitirlo, esta, seguro que habrá salvado más de un matrimonio al borde
del precipicio, sobre todo cuando todavía no existía el divorcio y los
casaditos de Pro tenían que aguantar con “resignación cristiana” lo que le
había tocado en la rifa (entiéndase su mujer) otra cosa seria si les
preguntáramos a ellas, a sus pacientes y resignadas esposas, pero ese sería
otro tema....Muy largo de contar, por cierto.
Lo que esta claro es que ahora es muy diferente,
quiero pensar que no se aguanta un matrimonio por los hijos o por las
apariencias como antaño, ahora, como decía otra de nuestras protagonistas, el
que es putero, lo es… Y punto. Y el que es infiel y vicioso lo es
por naturaleza, añadiría yo.
En el extremo opuesto estaría Mimi, aunque a la
postre resulta ser la que tropieza con un desenlace más trágico y lamentable.
Ella presume de sus vicios, los asume y se siente orgullosa de ser lo que es,
no una puta, si no:
!!UNA SEÑORITA DE LUJO, QUE ES MUY
DIFERENTE!! Por mucho que en su fuero interno tenga más que asumido que no hay diferencia
alguna, y que esa calificación que ella misma se coloca cual honor supremo, no
la sitúa por encima de ninguna escala, si no que lo único que esconde, en su
caso, - además de un destino que dice haber elegido- es el desmedido odio que
destila su corazón y su alma por los casados infieles, teniendo obviamente esa
fijación suya un oculto porque. Que por mucho que consigue adornar su
maravillosa urna de cristal, con una mezcla de lujo y condena, también la
obliga a diario a infringir a otros el castigo que en su día le fue impuesto,
acabando finalmente - como carne de cañón que también es- en
el empedrado de una fría calle. Desde luego, la historia más triste.
He dejado como colofón, al grupo que posiblemente
arrastra un mayor peso a sus espaldas, los que además de defender su vida e
integridad con más empeño si cabe, tienen como acicate el hecho de haber nacido
en un cuerpo equivocado. Me refiero a las transexuales. Yo les definiría ante
todo como auténticas VALIENTES. Por ser capaces de dar esquinazo a la
naturaleza y enfrentarse sin tapujos a los que hacen ascos lo que no
comprenden, porque ellos, como cabezas cuadradas que son, no aceptan que
las cosas pueden ser además de negras o blancas, de un gris infinito o
simplemente que un hombre se pueda convertir en mujer si su instinto se lo
clama, salvando todas las distancias, muy a pesar de esa gente que les da
y les dará la espalda…Quizá siempre. Me maravilla como imponen su voluntad de
cambio y reivindicación decididamente, con todas sus cargas y consecuencias.
Estoy hablando, por supuesto de Alejandra y de Lais, dos mujeres muy fuertes a
pesar de sus debilidades.
En el caso de Alejandra la he conocido
personalmente, admito que me costó entender esa jerga que utiliza, entre su
brasileiro natal, y la mezcla de español e italiano adquirido, pero me bastó
perderme en el fondo de sus ojos para saber que ha sufrido y que no cejará
hasta conseguir -al menos una meta- que la respeten, la valoren y la quieran
por encima de los prejuicios y las miradas de desprecio. Ella admitía sin
ningún sonrojo que lo único que le animaba a aguantar las impertinencias de ese
desfile de hombres egoístas y déspotas que pasaban a diario por su cama, era el
dinero, lo que este le proporcionaba… Y absolutamente nada más.
No me olvido por su puesto, que dentro de todo este
ramillete de señoritas - no putas como diría el titulo- y como guinda
final del pastel, nos encontramos con nuestro “chico sin nombre” único entre
ellas, pero que también ha elegido esta difícil andadura y del que poco más
podrimos añadir, pues sus dificultades han sido fiel calco de todas sus
compañeras de fatigas.
En fin, me queda como regusto la sensación de que
tampoco somos tan diferentes, que los submundos y los que se supone que no lo
son tanto, se tocan más de lo que uno quisiera reconocer. Porque cada
individuo se fija un camino con distinto itinerario, pero con idéntica meta.
Todos y cada uno de nosotros vamos inexplicablemente tras el maldito “EL
DORADO” como decía la canción de Revolver, por mucho que corramos en pos de él
de un modo diferente. La mayoría -a que negarlo- nos hemos dejado la piel en el
intento de alcanzar ese efímero triunfo, emprendiendo para ello infinitos
caminos y dejando tras de si en cada desengaño un pedazo de nosotros,
pero siempre luchando contra las dificultades, unas veces por vivir, otras
simplemente por sobrevivir.
Como conclusión insistiría finalmente en algo
que me parece fundamental y es que no sería una contradicción, ni una paradoja
decir que no acepto que a alguien se le vilipendie y difame sólo por el trabajo
que realiza, llamándolas PUTAS con desprecio, si a reglón seguido digo que a
cada cosa se le ha de llamar por su nombre y es que si una mujer elige como
oficio y trabajo habitual el de prostituirse o vender su cuerpo, no seamos tan
eufemistas e inventemos otro nombre mas políticamente correcto para no molestar
los castos oídos de los cuatro puritanos de turno, como sería salir en su
auxilio con un: “Señoritas de Compañía” o “Trabajadoras del Amor” o tantos
otros incoherentes términos, que además de absurdos, serían para estúpidos
acabados, como manifiesta también con su “sutil ironía” Pupi.
No concibo pues, que se utilice la expresión en si
como arma arrojadiza, como escarnio, como insulto y humillación, eso es lo que
verdaderamente es injusto para ellas. Porque como he dicho hasta hacerme muy
pesadita, el respeto ante todo y para todos, siendo este un derecho común y no
el privilegio de unos cuantos.
©Samarcanda Cuentos-Ángeles