miércoles

¿Quien manda aquí cariño?

 Siempre me sentiré orgullosa de este pequeño relato, ya que fue el primero que presenté a un certamen. Tenía un formato muy concreto y su extensión era mínima, pero  aun así, creo que quedó claro todo el dolor que deseaba expresar.
Fui finalista con este texto, algo que no sólo me lleno de satisfacción, si no que me dio impulso para seguir escribiendo

¿QUIÉN MANDA AQUÍ, CARIÑO?

Ainhoa  se dejó caer vencida en el sofá, clavando su mirada en el vacío.
La voz de Dani la sobresaltó:
-¡Mami, mami! ¡Ven y mira el castillo que hice! Lo he construido yo solito!
-¡Seguro que es precioso! –dijo su madre con toda la animosidad de que era capaz.

Dani le agarró la mano y tiró de ella con ímpetu, mientras Ainhoa ahogaba un grito.

-¡Ay! Como me duele -dijo bajito mientras cerraba los ojos y tragaba su queja.

-¿Has visto que bien me salió y que mayor soy? ¿Sabes, mami?  Te voy a cuidar siempre, mucho, mucho, mucho… -Dani  continuaba parloteando entusiasmado.

-Claro mi amor. Tu eres mi hombrecito preferido –añadió Ainhoa al tiempo que le  arremolinaba los ricitos con la mano en un gesto cargado de ternura -esa misma que ella necesitaba ahora con fuerza-. Lo miró abatida y siguió pensando en su niñito de apenas cuatro años, tan frágil, tan desvalido, tan ajeno a todo aquello que la rodeaba, que la obligaba a vivir en ese infierno sin saber muy bien que había hecho para merecerlo…

-Dani, pronto vendrá papá. ¿Recuerdas lo que hablamos, cariño?

-Si, mamá yo siempre me acuerdo de nuestros secretitos –sonrió el pequeño mientras se llevaba el dedo índice a los labios con una risita traviesa.

Ainhoa intento sonreír sin ganas -se lo debía- le debía a su hijito esa sensación de paz y normalidad que su alma reconocía fingida. Sólo por él era capaz de dejar que los días acudieran a su vida sabiendo el desenlace de cada uno de ellos, sin intentar levantar la vista y  mirar al cielo como esperando una señal para salir corriendo. No podía hacerlo porque ese niñito de ojos dulces la hacía retroceder y soportar cualquier cosa. Aunque puede que fuera su propio pánico lo que la paralizaba cuando “él” llegaba a casa.

-Hola  –dijo Julián mientras cerraba la puerta y tomaba un trago de su cerveza.

-¡Dios! Espero que hoy venga de buen humor –dijo muy bajito Ainhoa. Tragó saliva, respiró con fuerza y salió a recibirlo con la mejor de sus sonrisas.

-Hola querido. ¿Cómo ha ido el día? –acertó a decir ella.

Su esposo le lanzó una mirada a medio camino entre la indiferencia y el desprecio al tiempo que graznaba:

-¡Que pregunta más idiota, pues un asco como siempre! ¡Como me va a ir el día!

Ainhoa pensó que había sido una estúpida por no poner más atención a sus palabras, deseaba que aquello no fuera el preludio de una nueva discusión. Repasó en su mente todo lo que debía decir o hacer y esperó confiada no volver a meter la pata de nuevo.

Dani salió de su habitación para saludar a su padre con uno de sus trenes en la mano.

-Papi, dijiste que hoy si llegabas temprano jugarías conmigo. ¿Lo haremos papi, lo haremos? –gritó el niño mientras deslizaba el tren por los pantalones de Julián.

Ainhoa palideció, esperando cualquier reacción por parte de él. Sabía por experiencia que era imprevisible, que igual que podía darle un abrazo sin fin, podía darle un grito o un empujón de desagrado. Por desgracia sucedió lo segundo.

-¡Quita niño! ¡Me has tirado la cerveza, te voy a dar una que te vas a enterar!

El cuerpo de Ainhoa empezó a temblar como una hoja temiendo lo  peor, se acercó volando y en un instante se puso en medio de los dos, como de costumbre la primera bofetada la recibió ella -e igual que siempre- cerró los ojos y no dijo nada.

-¡Vamos Dani! Papá esta cansado, es mejor que sigas jugando en tu cuarto. No te preocupes mi amor, no lo dice en serio, él no esta enfadado. ¡Anda, mi vida!

Ainhoa intentó nuevamente sonreír y que su mueca se mantuviera firme para resultar creíble a ese niñito que la miraba con sus infinitos ojos sin entender nada.

Inesperadamente Dani soltó la mano de mamá y le gritó a su padre con rabia.

-¡Eres malo! La abuela lo dijo esta tarde y es verdad…!Eres muy malo!

En cuanto acabo de decirlo se dio cuenta que había desvelado uno de los secretos de su madre y la miró apenado mientras añadía desolado:

-¡Ay mami, se me escapó! ¡No quería decirlo, no quería!…

Ainhoa entornó los ojos y un tremendo calor la invadió por completo, el salón empezó a girar a su alrededor mientras una sensación muy temida -a la vez que familiar- se  adueñaba de ella.

-Dani por favor, enciérrate en tu habitación...¡Ya!

El niño, esta vez sin esperar un segundo desapareció tras la puerta. Ainhoa se dio la vuelta y enfrentó su mirada suplicante a la de su esposo. Se sentía derrotada por completo, temerosa, conocedora de su destino más inmediato.

-Parece que quieres volver a probar las escaleras… –le dijo Julián amenazante.

-No, por favor, todavía me duele -dijo ella en medio de un lamento ahogado.

-¡Es que nunca me escuchas! ¡Siempre retándome, siempre pasándote de lista! ¿Por qué me desafías? ¿Por qué me obligas a ser malo? Tu sabes que no me gusta, pero te empeñas en desobedecerme en cada momento y situación –seguía gritando él.

-¡Por favor, por favor Julián! ¡Te lo suplico! –sollozaba Ainhoa.

-Te pedí que no volvieras a ver a la bruja de tu madre y nada, tu ni caso –le increpó.

Ella lloraba en su rincón de siempre -acurrucada como un ovillo- sin atreverse a mover un sólo músculo. Julián fue hasta allí, la arrastró por un brazo, retorciéndoselo mientras caía al suelo -como tantas otras veces- al tiempo que le repetía su habitual pregunta:

-¿Quién manda aquí, cariño? ¿Quién?
-Tu querido -ya lo sabes- sólo tú…
Diciembre de 2004
Samarcanda Cuentos - Ángeles

viernes

A mi niña bonita


Cuando mi hija Patricia cumplió su primer año de vida me hizo ilusión expresar con palabras todo lo que ella me aportaba, lo que representaba su presencia dentro de mi esquema de vida. No sé, quizá cuantificar de alguna manera lo que me hacía sentir como madre. 
Aquellos pensamientos quedaron guardados de un modo desordenado y muchos años  después –en su dieciséis cumpleaños- quise reunirlos más armónicamente y ofrecerle esta pequeña carta a modo de regalo para ese día tan especial.

MI NIÑA BONITA 
Un añito ha transcurrido desde que te tengo a mi lado, es tu presencia cielo abierto donde respirar tu inocencia, aroma a jazmín y violetas en flor. Quiero verte crecer con la nostalgia de mi propia infancia, esperar que un día llegue tras otro y tú sigas ahí, regalándome toda esa fragilidad que adoro, que protejo con ternura de madre.

Contemplarte sin prisa cuando navegas entre nubes de algodón suaves y delicadas. Eres mi rubita graciosa de cabellos ensortijados. Un angelito que me fascina con esa carita de dulce y perenne sonrisa. ¡Dios, nunca te imaginé tan linda! -Te digo entre guiño y sonrisa- y tú me miras con tus enormes ojazos verdes, que se abren con la misma atención de aquel día en que naciste. Te colocaron en mi regazo y me dedicaste una mirada tranquila y confiada, tan tuya, como si en realidad no fuera esa la primera vez.

Y fue entonces cuando supe que ya nada, sería igual, que por siempre mis días se verían engalanados de caricias nuevas, de tu tibieza especial. En ese instante, tuve la certeza que el tintineo de tu risa me asistiría aun cuando no estuvieras conmigo, recordándome que sólo por eso, ya merecía la pena dar gracias a la vida.

Hoy, alegres mariposas parecen acompañarte en tus primeros pasos inseguros y torpes, unos pocos días hace que andas solita y no te quiebra el desanimo a pesar de las caídas. Tu curiosidad es demasiado atrevida para dejarse someter. Vas mirando y tocando todo a tu paso, ávida de descubrir tesoros nuevos. Mama, te toca despacio en tus manitas para enseñarte lo que está bien o mal -y tu mi pequeña ranita- aprietas los puños contrariada, sin decir palabra, por mucho
que ya hace tiempo que cotorreas con ese vocabulario tuyo en lengua de trapo.
Cada día me maravilla comprobar como nadie te es extraño, que tu afecto lo entregas sin condiciones. Ante unos brazos abiertos, te lanzas en ellos sin pensarlo – y a quien quiera que sea- le aprietas contra tu pecho chiquitín y blandito, para después respirar agradecida. Eres toda dulzura; te miro, me miras
…y de repente sé que te disculparé cualquier cosa.
Ya se acerca el final de la tarde y te vence el trasiego del día
aspirado hasta la última gota. Es en ese momento cuando buscas consuelo
en tu trocito de sabana vieja a la que has tomado especial apego, ella te custodia eternamente. Así, con tu compañera inseparable, colocas los deditos índice y corazón a modo de chupete, para acto seguido, buscar las piernas de mami
que te hacen sentir aun más segura, mientras yo, todavía ajetreada en la cocina,
acabo de hacer tu cena.

-Cariñito… ¿Ya tienes sueño? – te digo.

Y tu; mi niña bonita, asientes despacio mientras tus ojos tiernitos, a esas horas de color miel, casi se van dando por vencidos.
Mi amor ¡Bébete la vida a sorbos, empápate de su esencia, hazlo ahora que todavía nada te vence, ni te para! Nunca permites que cosa alguna escape a ese par de ojazos con sus pestañas largas, larguísimas, que no puedo dejar de mirar.
Desearía que este mundo, maravilloso e inesperado que se abre camino ante ti,
jamás te rozara con sus malos momentos, pues  mi mayor ambición sería poder
aliviar tus penas a cada paso, regalarte una luna de plata cuajada de estrellas.
Y si un día el sol deja de brillar allá en lo alto, sepas que con sólo extender tu mano, encontraras el cariño sin condiciones de esta madre, que por ti vive, que siempre estará dispuesta a aliviar tus heridas porque son las mías también.

                                                          ©Samarcanda Cuentos.-Ángeles.

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miércoles

Colaboración. Epilogo del libro: No me llames puta, llámame señorita



NO ME LLAMES PUTA, LLÁMAME SEÑORITA (David Mármol)

David me  pidió que le escribiera el Epilogo de su último libro y acepte gustosa, lo cierto es que me pase de paginas -no pude remediarlo-  él, con sorna añadió después de leerlo: 
"En vez de un epilogo habrá que considerarlo parte del libro, no?".





                                      
EPILOGO:
Antes que nada agradecer a David, la confianza que deposita en mi persona como para permitir que esta aprendiz de escritora haga el epilogo de su libro, de más está decir que es un verdadero honor, y que en espera de que un día sea capaz de poner fin a uno de mis manidos escritos, me de la oportunidad de dejar este puñado de palabras en manos de sus futuros lectores. ¡! Gracias!!... Tú me tiras el guante y yo lo recojo con sumo gusto, ahora sólo desearía estar a la altura. 

Metámonos pues en harina para de alguna manera, diseccionar cual curioso doctor  los entresijos del libro que acabo de leer. Empezaré por comentar el titulo tan sugerente que él ha elegido:


 “NO ME LLAMES PUTA, LLÁMAME SEÑORITA”.


Para mi encierra un fuerte significado y no me extraña pues, la reacción de alguna de estas señoras ante los adjetivos que a menudo las definen, y que todos ellos - no nos engañemos- llevan a cuestas el estigma del desprecio, de la falta de respeto, como si, con el sólo hecho de ejercer la profesión que han elegido, ya pasaran a pertenecer a un rango inferior en la categoría de persona. Quizá esa es una de las cuestiones que más repruebo. Todos tenemos derecho al respeto, de eso no hay duda, por mucho que ese ambiente en que se mueven este envuelto de superficialidad y frívola ligereza.


Leyendo cada una de las historias de estas chicas, se percibe inequívocamente que rezuman dramatismo, solapadas con sonrisas y muecas forzadas en unos casos, envueltas en joyas y lujo en otras o enmascarando un pasado difícil de digerir, las más de las veces, pero compartiendo una pesada carga -los recuerdos oscuros de una vida desgarrada-. Por eso mismo yo las llamo muñecas rotas, vidas y destinos, sin vida y sin destino -y  por eso también- la mayoría de ellas no saben de donde vienen  y mucho menos donde van, aunque seguramente, no lo reconocerían nunca.  


Me viene a la memoria en estos momentos, lo que alguien me comentaba hace años: Que todos estamos abocados sin quererlo a un destino concreto, es aquello de que: “Si naciste para martillo, del cielo te caen los clavos”.  Me decía como digo, que no se sabe porque razón existe gente que irremediablemente esta predestinada a ser “Carne de cañón” y que por muchos esfuerzos que hagan, el destino las arrastrará siempre al caos. Yo no sé si esta afirmación será cierto o no… Pero si me pregunto ¿Porque es tan difícil salir de ese círculo? Pareciera que una fuerza superior les obligara a entrar en él una y otra vez.

Y es que podría estar hablando perfectamente de cualquiera de nuestras chicas, Raquel, después de huir muy niña todavía de un entorno hostil, tropieza -con tan mala suerte- con un maltratador, que la obligará de nuevo a emprender la huida, para seguidamente verse envuelta en la prostitución de cualquier club de carretera, igual que si un poderoso imán la hiciera indemne a esa buena suerte que todos buscamos eternamente. En el mismo grupo podríamos clasificar a  Irina, aunque en su caso concreto parece que finalmente puede escapar de este círculo vicioso al que hacia referencia… De lo cual me alegro.

Y se te ocurre pensar entonces si realmente no han tenido las pobres chicas más opciones que estas -y posiblemente no las hayan tenido- efectivamente la vida es cruel, pero sobre todo no es justa, así que intento empatizar con ellas y ponerme en su piel, aunque lo que no querría nunca es resultar hipócrita, pues considero también que aunque parezca que todas las fuerzas del universo se han aliado para hacerte caer de nuevo en esa mala vida, yo necesito creer que uno también es capaz de cambiar ese destino si se lo propone con tesón y empeño, que para muchas, este modo de vida se convierte en un camino fácil, diría más bien del dinero fácil -y aunque quiero pensar que serían las menos- no sé sinceramente si es así…

 Estamos de acuerdo que cada uno es libre de elegir la vida que desea vivir, aunque en ocasiones no se tengan muchas opciones más - eso también es cierto- sin embargo yo no me atrevería nunca a menospreciar el entorno, la sociedad que tenemos todavía no esta preparada para aceptar sin poner obstáculos el tema de la prostitución y todo lo que la rodea -más bien y posiblemente- ni con su legalización se romperían todas las barreras que aun quedan por derribar. Sospecho que la mayoría tiende -o tendemos-  a pensar rápidamente que la prostitución lleva consigo otras tantas adicciones como son las drogas, el alcohol, etc que a priori repudiamos sin hacernos más preguntas, tomando como dogma de fe que es malo sin ir más allá en el tema, puede que tampoco nos interese demasiado escarbar, indagar, por si no nos gusta lo que descubrimos o puede que lo veamos como algo muy lejano que nunca nos podría tocar de cerca, ni en carne propia. 

En el libro existen, en todo caso, diferentes sectores dentro de este mismo mundo que ahora nos ocupa -submundos como lo llamaría Alejandra- algunos bastante distantes de los otros. Desde luego no se puede equiparar la prostitución de calle, con la de lujo, o diciéndolo de otro modo a Mimi o Alejandra, con Aína o Pupi. No porque las unas sean mejor o peor que las otras, si no porque se mueven en ambientes diferentes, que ya por si las hacen contrastar o ser distintas.


 Aína, como ella misma se define, es de la antigua escuela, de las putas, putas de toda la vida, de las que han empezado desde abajo como autentica guerrera del amor, dispuesta a poner parches en las duras existencias de sus parroquianos, para que ellos a su vez, puedan seguir soportando “esa vida llena de vacíos” que tanto les cuesta arrastrar. No le gusta compararse, ni que la comparen con las de la nueva hornada de prostitutas que ahora existen, esas que extienden la mano antes de enseñar ni un retazo de entrepierna, porque lo primero es lo primero y el dinero es lo que manda y prima.


Pupi también es de la misma pasta, si no ha mentido en su relato, ni se ha olvidado deliberadamente de alguna cruda  escena vivida, puede que sea la que menos me ha removido por dentro, aunque me ha encantado especialmente por su avanzada edad y esa agilidad que envidio secretamente. Pero admito que no se me ha hecho un nudo en la garganta con su relato, quizá porque seguramente actúa según sus principios, divirtiéndose ante todo, haciendo lo que le venía en gana porque así lo pide el cuerpo y el animo, pero también, complacida y sabedora de actuar  como legitima consejera del siglo pasado,  psicóloga sin titulo que aprende a compensar todas las carencias que el cliente de turno encuentra cuando llega a su casa. Aunque me cueste admitirlo, esta, seguro que habrá salvado más de un matrimonio al borde del precipicio, sobre todo cuando todavía no existía el divorcio y los casaditos de Pro tenían que aguantar con “resignación cristiana” lo que le había tocado en la rifa (entiéndase su mujer) otra cosa seria si les preguntáramos a ellas, a sus pacientes y resignadas esposas, pero ese sería otro tema....Muy largo de contar, por cierto.


Lo que esta claro es que ahora es muy diferente, quiero pensar  que no se aguanta un matrimonio por los hijos o por las apariencias como antaño, ahora, como decía otra de nuestras protagonistas, el que es putero, lo es… Y punto. Y el que es infiel y vicioso  lo es por  naturaleza, añadiría yo.


En el extremo opuesto estaría Mimi, aunque a la postre resulta ser la que tropieza con un desenlace más trágico y lamentable. Ella presume de sus vicios, los asume y se siente orgullosa de ser lo que es, no una puta, si no: 
 !!UNA SEÑORITA DE LUJO, QUE ES MUY DIFERENTE!! Por mucho que en su fuero interno tenga más que asumido que no hay diferencia alguna, y que esa calificación que ella misma se coloca cual honor supremo, no la sitúa por encima de ninguna escala, si no que lo único que esconde, en su caso, - además de un destino que dice haber elegido- es el desmedido odio que destila su corazón y su alma por los casados infieles, teniendo obviamente esa fijación suya un oculto porque. Que por mucho que consigue adornar su maravillosa urna de cristal, con una mezcla de lujo y condena, también la obliga a diario a infringir a otros el castigo que en su día le fue impuesto, acabando finalmente    - como carne de cañón que también es- en el empedrado de una fría calle. Desde luego, la historia más triste.


He dejado como colofón, al grupo que posiblemente arrastra un mayor peso a sus espaldas, los que además de defender su vida e integridad con más empeño si cabe, tienen como acicate el hecho de haber nacido en un cuerpo equivocado. Me refiero a las transexuales. Yo les definiría ante todo como auténticas VALIENTES. Por ser capaces de dar esquinazo a la naturaleza y enfrentarse sin tapujos a los que hacen ascos lo que no comprenden, porque ellos, como cabezas cuadradas que  son, no aceptan que las cosas pueden ser además de negras o blancas, de un gris infinito o simplemente que un hombre se pueda convertir en mujer si su instinto se lo clama, salvando todas las distancias, muy a pesar de  esa gente que les da y les dará la espalda…Quizá siempre. Me maravilla como imponen su voluntad de cambio y reivindicación decididamente, con todas sus cargas y consecuencias. Estoy hablando, por supuesto de Alejandra y de Lais, dos mujeres muy fuertes a pesar de sus debilidades.


En el caso de Alejandra la he conocido personalmente, admito que me costó entender esa jerga que utiliza, entre su brasileiro natal, y la mezcla de español e italiano adquirido, pero me bastó perderme en el fondo de sus ojos para saber que ha sufrido y que no cejará hasta conseguir -al menos una meta- que la respeten, la valoren y la quieran por encima de los prejuicios y las miradas de desprecio. Ella admitía sin ningún sonrojo que lo único que le animaba a aguantar las impertinencias de ese desfile de hombres egoístas y déspotas que pasaban a diario por su cama, era el dinero, lo que este le proporcionaba… Y absolutamente nada más.


No me olvido por su puesto, que dentro de todo este ramillete de señoritas - no putas como diría el titulo-  y como guinda final del pastel, nos encontramos con nuestro “chico sin nombre” único entre ellas, pero que también ha elegido esta difícil andadura y del que poco más podrimos añadir, pues sus dificultades han sido fiel calco de todas sus compañeras de fatigas.

En fin, me queda como regusto la sensación de que tampoco somos tan diferentes, que los submundos y los que se supone que no lo son tanto,  se tocan más de lo que uno quisiera reconocer. Porque cada individuo se fija un camino con distinto itinerario, pero con idéntica meta. Todos y cada uno de nosotros vamos inexplicablemente tras el maldito “EL DORADO” como decía la canción de Revolver, por mucho que corramos en pos de él de un modo diferente. La mayoría -a que negarlo- nos hemos dejado la piel en el intento de alcanzar ese efímero triunfo, emprendiendo para ello infinitos caminos y dejando tras de si  en cada desengaño un pedazo de nosotros, pero siempre luchando contra las dificultades, unas veces por vivir, otras simplemente por sobrevivir.

 Como conclusión insistiría finalmente en algo que me parece fundamental y es que no sería una contradicción, ni una paradoja decir que no acepto que a alguien se le vilipendie y difame sólo por el trabajo que realiza, llamándolas PUTAS con desprecio, si a reglón seguido digo que a cada cosa se le ha de llamar por su nombre y es que si una mujer elige como oficio y trabajo habitual el de prostituirse o vender su cuerpo, no seamos tan eufemistas e inventemos otro nombre mas políticamente correcto para no molestar los castos oídos de los cuatro puritanos de turno, como sería salir en su auxilio con un: “Señoritas de Compañía” o “Trabajadoras del Amor” o tantos otros incoherentes términos, que además de absurdos, serían para estúpidos acabados, como manifiesta también con su “sutil ironía” Pupi.

No concibo pues, que se utilice la expresión en si como arma arrojadiza, como escarnio, como insulto y humillación, eso es lo que verdaderamente es injusto para ellas. Porque como he dicho hasta hacerme muy pesadita, el respeto ante todo y para todos, siendo este un derecho común y no el privilegio de unos cuantos.

©Samarcanda Cuentos-Ángeles

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A solas....

Hay veces en las que te preguntas porque suceden las cosas, porque es tan cruel el devenir de unos hechos que cambiaran tu existencia para siempre. La muerte es uno de estos acontecimientos totalmente ajeno a nuestra voluntad, pero con la capacidad de tambalear todo un planteamiento de vida. El dolor por la perdida de un ser querido -quizá el más amado-  llevado al extremo de un hombre que a menudo tiene la vida de otros en sus manos, que de alguna manera es poseedor de una pizca de poder -el de su sabiduría- para variar mucho o muy poco, el curso de un final que se aproxima. Pero la fatalidad quiere a veces que esa pequeña ventaja no sirva en absoluto para tu propio beneficio...


A SOLAS…(FRAGMENTO)

-¡Pobre Amelia! ¿Por qué tuvo que ser ella?… Se lamentó bajito el doctor Ramos tras mirar el pálido rostro de su esposa.
Amelia permanecía en su caja de caoba y herrajes dorados. Apenas dos centímetros separaban su mano de la de él, era como si deliberadamente evitará tocarla, hacía más de seis horas que no se movía de su lado y esa quietud otorgaba un extraño contraste al alboroto de su alrededor. Caras desencajadas y tristes habían ido pasando a lo largo de la tarde frente a la difunta para darle su ultimo adiós, Fernando Ramos ni siquiera había parpadeado -ni tan sólo les había dirigido la palabra- como si todo lo que allí sucedía nada tuviera que ver con él y su desgracia.
Por fin, la gente vestida de oscuro empezó a desfilar y desaparecer a su espalda, dejándole a solas con su temido silencio. La luz en las ventanas se había diluyendo también y una penumbra siniestra le adelantaba lo que significaría a partir de ahora la vida sin su amada esposa.
Cuando se supo solo por completo -sin testigos de esa amargura oculta-  decidió por fin no ignorar por más tiempo lo que sentía, todo aquel volcán de deseos escondidos tras la formalidad de doctor riguroso y anodino que siempre tuvo. Sabía como le llamaban en el pueblo y no le importaba lo más mínimo, en realidad  él mismo había fomentado esos calificativos, quizá en un vano intento de proteger su propios sentimientos -su inseguridad- sin pensar también que aquella actitud se había convertido con el tiempo en una barrera infranqueable entre Amelia y él...(SIGUE)
© Samarcanda -Ángeles.
Fragmento
 del libro de relatos cortos:
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"A través del Caleidoscopio"

martes

Renunciar a un sueño...Es un poco morir


<<Esta pequeña historia fue realmente un sueño que tuve y más o menos tal como lo recuerdo, a menudo digo que los sueños guardan un significado con el momento que vives e intento indagar que los ha motivado, no quiero decir que en todas las circunstancias esto funcione del mismo modo, pero en la mayoría de ocasiones es así y hay que respetarlo.
Quiero pensar que este es el caso y este sueño mío me estaba implorando retomar hábitos que había dejado abandonados por miedo a no poder realizarlos como lo hacía antes –bien o mal- eso es lo de menos.>>

RENUNCIAR A UN SUEÑO ES UN POCO MORIR…

<Ayer tuve un sueño increíblemente bello…Soñé que volvía a pintar, que mis manos habían recuperado el esplendor de antaño y me seguían igual que en tiempos ya lejanos cuando volaban solas detrás de los colores de mi paleta. Me vi delante de un gran lienzo dibujando y pintando con trazos ágiles y bien perfilados, creando ese otro universo que solía envolverme y que me hacía sentir tan libre. El mismo que hace ya cinco años abandone.
No entendí porque en mi sueño se me veía tan feliz…puede que olvidara que no era yo -que sólo era eso- un sueño…>

                                * * * * * * * * * * * *
No sé de donde salió aquel joven, hubiera jurado que en esa sala no había nadie. Me encontraba tan apartada y alejada de la zona de paso del edificio, que estaba segura que ningún otro ser se perdería por aquellos obscuros corredores.
Pero aquel atractivo joven estaba allí sin atreverse a pestañear siquiera, mudo por completo, admirando mi trabajo. No advertí su presencia hasta un tiempo después y de repente me volví como si alguien hubiera tocado mi espalda con suavidad, como en una caricia. En realidad él no se había movido ni un milímetro, permanecía en silencio, quieto, absorto y observaba con verdadera devoción a una distancia prudencial…-
Oh!!…Disculpe no pretendía distraerla, menos aun molestarla.-Se excusó con cierta timidez.
-No pasa nada, todo está bien. –Me apresuré a decir un poco por obligación.
Realmente si me incomodaba su presencia, por una parte no me gustaba que me observaran mientras trabajaba, por otra, me confundía aquel súbito interés hacia mi obra que a mí se me antojaba excesivo, la verdad.
Nunca había pasado de hacer pequeños encargos sin demasiado éxito, tampoco de gran relevancia, pero cuando tu trabajo se convierte en tu pasión esos detalles carecen de importancia. En todo caso, me pagaban por hacer lo que realmente me gustaba.
!Que más podía pedir! Esa arrogancia de sentirse reconocida y admirada que imaginaba en mis comienzos hacía tiempo que había pasado a un segundo plano.
De repente, sin previo aviso el joven, me saco de mis cavilaciones mientras me ofrecía su mano…(SIGUE)
 © Samarcanda -Ángeles.
Fragmento
 del libro de relatos cortos:
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"A través del Caleidoscopio"