"Dicen que los
sueños no son más que deseos sin alcanzar, puertas no cerradas o frentes
abiertos a tus dudas, a tus miedos. Pero ¿Y si no fuera un sueño?" Samarcanda.
DESDE LA PENUMBRA
Apenas unos segundos entorné mis ojos…Por fin, esta vez sí logré escuchar una voz familiar.
-Bueno Carlos ¿Ya podemos irnos a casa? -Bromeó mi amigo Luis, al tiempo que apretaba con suavidad mi brazo.
-¿Qué ha pasado? -Pregunté con impaciencia.
La respuesta nunca llegó, conseguí al fin abrir los ojos pero Luis ya no estaba. Quizá nunca estuvo, puede que simplemente fuera mi deseo de despertar de aquel sueño infernal lo que me trajo su voz - sin embargo contrario a mis deseos- aparecí de nuevo en medio de aquella plaza. Me hallaba justo en el centro de la revuelta, parecía tratarse de un pueblecito cualquiera, donde en esos momentos, una gran muchedumbre la atestaba. Resultaba evidente que el motivo de aquella reunión no era un festejo, muy al contrario semejaba mucho más una manifestación violenta que escapaba a toda sensatez. Comencé a observar mí alrededor con impaciencia y desespero, buscando una imagen amiga o un algo familiar que me sacara de tanto desatino. Mi corazón galopaba a un ritmo demencial a la par que mi cabeza, que continuaba embotada sin atender a esfuerzos por serenarme. Las frases sin sentido de esos pueblerinos estúpidos tampoco ayudaban mucho, lo único que lograban era retumbar en mi cabezota como un eco delirante.
En el aire comenzaba a flotar una pregunta con insistencia:
-¿Se puede saber qué narices pinto yo en semejante follón? Pero no hubo respuesta.
Todo el conjunto me resultaba cuanto menos una locura. Intente escudriñar en mis recuerdos, sólo un calor sofocante vino a mi encuentro. Entre la maraña de pedazos desordenados que se amontonaban ante mi, conseguí cazar la última visión que almacenó mi mente antes de todo este sinsentido.
Fue el agobio de un familiar establecimiento al que solía acudir, el personal pululando a mí alrededor, las voces de mis camaradas que resonaban en mis oídos como una letanía y el ruido caótico de una música a todo gas era todo cuanto conseguí concretar, pero la ausencia de coherencia seguía reinando. Recordaba también como el humo comenzó a hacerse cada vez más denso hasta el punto de no dejarme ver más haya de mi nariz y como, sin que se terciara nada más, acabé completamente sometido al vacío de este abismo.
El resto de los detalles me los habían arrebatado de la memoria como en un chasquido de dedos y por eso mismo mi pensamiento se debatía ahora entre buscar una respuesta al desconcierto y lo absurdo de la escena...(SIGUE)
Reus 2004
© Samarcanda -Ángeles.
DESDE LA PENUMBRA
Apenas unos segundos entorné mis ojos…Por fin, esta vez sí logré escuchar una voz familiar.
-Bueno Carlos ¿Ya podemos irnos a casa? -Bromeó mi amigo Luis, al tiempo que apretaba con suavidad mi brazo.
-¿Qué ha pasado? -Pregunté con impaciencia.
La respuesta nunca llegó, conseguí al fin abrir los ojos pero Luis ya no estaba. Quizá nunca estuvo, puede que simplemente fuera mi deseo de despertar de aquel sueño infernal lo que me trajo su voz - sin embargo contrario a mis deseos- aparecí de nuevo en medio de aquella plaza. Me hallaba justo en el centro de la revuelta, parecía tratarse de un pueblecito cualquiera, donde en esos momentos, una gran muchedumbre la atestaba. Resultaba evidente que el motivo de aquella reunión no era un festejo, muy al contrario semejaba mucho más una manifestación violenta que escapaba a toda sensatez. Comencé a observar mí alrededor con impaciencia y desespero, buscando una imagen amiga o un algo familiar que me sacara de tanto desatino. Mi corazón galopaba a un ritmo demencial a la par que mi cabeza, que continuaba embotada sin atender a esfuerzos por serenarme. Las frases sin sentido de esos pueblerinos estúpidos tampoco ayudaban mucho, lo único que lograban era retumbar en mi cabezota como un eco delirante.
En el aire comenzaba a flotar una pregunta con insistencia:
-¿Se puede saber qué narices pinto yo en semejante follón? Pero no hubo respuesta.
Todo el conjunto me resultaba cuanto menos una locura. Intente escudriñar en mis recuerdos, sólo un calor sofocante vino a mi encuentro. Entre la maraña de pedazos desordenados que se amontonaban ante mi, conseguí cazar la última visión que almacenó mi mente antes de todo este sinsentido.
Fue el agobio de un familiar establecimiento al que solía acudir, el personal pululando a mí alrededor, las voces de mis camaradas que resonaban en mis oídos como una letanía y el ruido caótico de una música a todo gas era todo cuanto conseguí concretar, pero la ausencia de coherencia seguía reinando. Recordaba también como el humo comenzó a hacerse cada vez más denso hasta el punto de no dejarme ver más haya de mi nariz y como, sin que se terciara nada más, acabé completamente sometido al vacío de este abismo.
El resto de los detalles me los habían arrebatado de la memoria como en un chasquido de dedos y por eso mismo mi pensamiento se debatía ahora entre buscar una respuesta al desconcierto y lo absurdo de la escena...(SIGUE)
Reus 2004
Del libro de relatos cortos: