Hay veces en las que te preguntas porque suceden las cosas, porque es tan cruel el devenir de unos hechos que cambiaran tu existencia para siempre. La muerte es uno de estos acontecimientos totalmente ajeno a nuestra voluntad, pero con la capacidad de tambalear todo un planteamiento de vida. El dolor por la perdida de un ser querido -quizá el más amado- llevado al extremo de un hombre que a menudo tiene la vida de otros en sus manos, que de alguna manera es poseedor de una pizca de poder -el de su sabiduría- para variar mucho o muy poco, el curso de un final que se aproxima. Pero la fatalidad quiere a veces que esa pequeña ventaja no sirva en absoluto para tu propio beneficio...
-¡Pobre Amelia! ¿Por qué tuvo que ser ella?… Se lamentó bajito el doctor Ramos tras mirar el pálido rostro de su esposa.
Amelia permanecía en su caja de caoba y herrajes dorados. Apenas dos centímetros separaban su mano de la de él, era como si deliberadamente evitará tocarla, hacía más de seis horas que no se movía de su lado y esa quietud otorgaba un extraño contraste al alboroto de su alrededor. Caras desencajadas y tristes habían ido pasando a lo largo de la tarde frente a la difunta para darle su ultimo adiós, Fernando Ramos ni siquiera había parpadeado -ni tan sólo les había dirigido la palabra- como si todo lo que allí sucedía nada tuviera que ver con él y su desgracia.
Por fin, la gente vestida de oscuro empezó a desfilar y desaparecer a su espalda, dejándole a solas con su temido silencio. La luz en las ventanas se había diluyendo también y una penumbra siniestra le adelantaba lo que significaría a partir de ahora la vida sin su amada esposa.
Cuando se supo solo por completo -sin testigos de esa amargura oculta- decidió por fin no ignorar por más tiempo lo que sentía, todo aquel volcán de deseos escondidos tras la formalidad de doctor riguroso y anodino que siempre tuvo. Sabía como le llamaban en el pueblo y no le importaba lo más mínimo, en realidad él mismo había fomentado esos calificativos, quizá en un vano intento de proteger su propios sentimientos -su inseguridad- sin pensar también que aquella actitud se había convertido con el tiempo en una barrera infranqueable entre Amelia y él...(SIGUE)
© Samarcanda -Ángeles.
Fragmento
del libro de relatos cortos:
"A través del Caleidoscopio"
Cuando se supo solo por completo -sin testigos de esa amargura oculta- decidió por fin no ignorar por más tiempo lo que sentía, todo aquel volcán de deseos escondidos tras la formalidad de doctor riguroso y anodino que siempre tuvo. Sabía como le llamaban en el pueblo y no le importaba lo más mínimo, en realidad él mismo había fomentado esos calificativos, quizá en un vano intento de proteger su propios sentimientos -su inseguridad- sin pensar también que aquella actitud se había convertido con el tiempo en una barrera infranqueable entre Amelia y él...(SIGUE)
© Samarcanda -Ángeles.
Fragmento
del libro de relatos cortos:
"A través del Caleidoscopio"