viernes

Oscuras Nubes

"Muchos veces se oscurecen los cielos a lo largo de nuestra vida. Me gusta pensar que la resiliencia nos acompaña siempre. esa capacidad que tenemos de resistir y reponernos a cualquier situación adversa."
Samarcanda.


Oscuras Nubes

Tiembla el vaso vacilante,
a punto de estallar, fiero,
me mira desafiante,
solitario ante mi miedo
 me retará triunfante,
mientras rezo yo mi credo.

Cuantas veces he vivido
estas tormentas de cieno
siempre seré quien decido,
por lejos que quede el cielo.

La herida sangra obstinada,
dispuesta a ser mi condena,
cual veredicto sin jueces,
no me amilana esta pena,
mucho ruido y pocas nueces.

Nubes negras en la cumbre
intentaran detenerme,
y yo como de costumbre
me mantendré sin romperme.

Invicta me conociste
y así seguirá mi suerte,
no me daré por vencida
!Qué espere quieta la muerte!


©Samarcanda Cuentos-Ángeles.
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Yo te prometo...

"Hay quien olvida continuamente las promesas, mientras que otros aun siendo muy difíciles de mantener jamás las romperían. Por encima de todo está el cariño y la lealtad...Complicado dilema en ocasiones"
Samarcanda
Imagen: Amandine Van Ray

YO TE PROMETO...
Ella era la niña de sus ojos, lo que más quería en el mundo y así se lo demostraba a diario. El cariño era el mismo en ambas direcciones. A los dos les encantaba salir a pasear entre rosales y buganvilias que circundaban su casa blanca, pisando la tierra, sintiéndola bajo sus sandalias. Disfrutaban más aun cuando era la arena fina de la playa la que se enredaba en sus pies descalzos. El sabor a sal, a vida, les recorría el cuerpo y en su pequeño velero aprendieron a amar aquellas celestes aguas.
Entonces llegó la enfermedad de Celia, leve en sus inicios, pero poco a poco fue ganando espacio y evidencia. Ella seguía derrochando cariño y mimos a su Luis, mientras él se convertía en sus manos y sus pies. Su máxima aspiración fue siempre deambular por esta vida juntos, tal como hacían.
Por desgracia no hubo tregua, el tiempo con avidez les avocó a un camino tortuoso, negándoles deseos y sueños que antes eran regalos, Celia no era la misma, apenas podía ya salir de casa. Luis masajeaba con aceite de romero sus malogradas piernas, las besaba con amor mientras ella, con una solicita sonrisa le arremolinaba el cabello. Postrada ya en su cama, Luis quiso acercarle la playa a casa. El agua de mar y la arena blanca siguieron siendo compañeras en aquellas horas bajas. Hizo tirar el muro de la habitación para que desde el enorme mirador, disfrutara con el sonido de las olas estallando.
Aquella tarde supo que no quedaba mucho tiempo. Luis tomó en brazos a Celia y la trasladó hasta La Dulce Mar, el velero, su amada sonrió sin fuerzas, pero complacida. Con una pequeña presión en la mano de su compañero, le hizo saber lo feliz que se sentía en ese último viaje. La luna llorosa quiso ser testigo también, atenuando su luz. Por fin Celía soltó su mano y la vida partió. 
El momento temido llegaba, Luis sabía muy bien que tenía que hacer, mil veces le había prometido que nunca la abandonaría...Y él siempre cumplía sus promesas.

©Samarcanda Cuentos-Ángeles.
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Melodía de un Adiós

"La mente puede ser un arma muy poderosa, el deseo se alía con los sueños.  Y es cuando la realidad y la fantasía se confunden..."
Samarcanda


MELODÍA DE UN ADIÓS
Cuando él llegó a mi vida, me obnubilo por completo confundiendo sentimientos, demasiadas sensaciones agolpadas en un imperceptible instante. Una mirada fue suficiente para hacer tambalear el que hasta entonces era mi universo. Desplegó su encanto y sus palabras, nunca escuchadas antes y fueron mi ruina...
Quise creerle –necesité creerle–. A pesar de lo efímero de las promesas, me aferré a cada una de las suyas con estúpido empeño. Él se había convertido en esa suave brisa que con embaucadora musicalidad me acarició el alma. Así lo sentía, así lo viví entonces. No quise negarme a surcar esa ola embravecida que se empeñaba en recorrer mis venas. Era mi sueño y no iba a ser yo quien escapara de su encuentro. Su amable semblante, su ternura, fue todo cuanto necesitaba para confiar –y confié–. No hubo vuelta atrás…

El temor se hizo realidad y de repente la noche se hizo, inmensa, atenazadora. Comprendí que con su adiós, rubricaba en mi piel el incierto destino que me aguardaba. Allí estaba yo, desgajada como una escuálida margarita a la que no le quedaba color, ni fuerza, Mis manos quisieron entonces aferrarse a una fútil esperanza, pero los retazos de sueños estaban ya marchitos. El que fuera mi trébol de cuatro hojas, aquel que la diosa fortuna me enviara, ese mismo, me deshojaba para siempre.
–Debí intuirlo –me lamenté– debí imaginar que construirías tu traición en este tornasolado escenario que inventaste para mí.
Cerré por fin la puerta de la que fue nuestra alcoba, arrojando su llave al océano de mis lágrimas. Ya no había nada que esperar, nada que desear. De repente, la nada más aterradora lo inundó todo...

©Ángeles Platas - Samarcanda Cuentos.


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